sábado, 13 de mayo de 2017

PRIMERA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA EN LA COVA DE IRIA - 13 DE MAYO DE 1917.

Según las memorias de Lucia:
Llevando a su rebaño fuera de Aljustrel en la mañana del 13 de mayo, la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima, donde se encontraban la parroquia y el cementerio, y prosiguieron más o menos un kilómetro hacia el norte a las pendientes de Cova. Aquí dejaron que sus ovejas pastorearan mientras ellos jugaban en la pradera que tenía algún que otro árbol de roble. Después de haber tomado su almuerzo alrededor del mediodía decidieron rezar el rosario, aunque de una manera un poco trucada, diciendo sólo las primeras palabras de cada oración. Al instante, ellos sufrieron un sobresalto, que después describieron como un "rayo en medio de un cielo azul". Pensando que una tormenta se acercaba se debatían si debían recoger las ovejas e irse a casa. Preparándose para hacerlo fueron nuevamente sorprendidos por una luz extraña.
Comenzamos a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino. Cuando estabamos en la mitad de la cuesta, cerca de un árbol de roble (el gran árbol que hoy en día está rodeado de una reja de hierro), vimos otro rayo, y después de dar unos cuantos pasos más vimos en un árbol de roble (uno más pequeño más abajo en la colina) a una señora vestida de blanco, que brillaba más fuerte que el sol, irradiando unos rayos de luz clara e intensa, como una copa de cristal llena de pura agua cuando el sol radiante pasa por ella. Nos detuvimos asombrados por la aparición. Estabamos tan cerca que quedamos en la luz que la rodeaba, o que ella irradiaba, casi a un metro y medio.
-Por favor no temáis, no os voy a hacer daño.
Lucía respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones
-¿De dónde sois?
-Yo vengo del cielo.
La Señora vestía con un manto puramente blanco, con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba las cuentas del rosario que parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. Quieta, Lucía no tenía miedo. La presencia de la Señora le producía solo felicidad y un gozo confiado.
-"¿Qué queréis de mi?"
-Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes durante los próximos seis meses a la misma hora. Luego te diré quien soy, y qué es lo que más deseo. Y volveré aquí una séptima vez.
-" ¿Y yo iré al cielo?"
-Sí, tu irás al cielo.
-" ¿Y Jacinta?"
-Ella también irá.
-"¿Y Francisco?"
-Él también, pero primero debe rezar muchos Rosarios.
La Señora miró a Francisco con compasión por unos minutos, matizado con una pequeña tristeza. Lucía después se acordó de algunos amigos que habían fallecido.
-"¿Y María Nieves está en el cielo?
-Si, ella está en el cielo.
-"¿Y Amelia?"
-Ella está en el purgatorio.
-Os ofreceréis a Dios y aceptaréis todos los sufrimientos que Él os envíe, en reparación por todos los pecados que Le ofenden y por la conversión de los pecadores.
-"Oh sí, lo haremos"
-Tendréis que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con vosotros y os fortalecerá.
Lucía relata que mientras la Señora pronunciaba estas palabras, abría sus manos, y fuimos bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. La realidad de esta luz penetró nuestros corazones y nuestras almas, y sabíamos que de alguna forma esta luz era Dios, y podíamos vernos abrazada por ella. Por un impulso interior de gracia caímos de rodillas, repitiendo en nuestros corazones: "Oh Santísima Trinidad, te adoramos. Dios mio, Dios mio, te amo en el Santísimo Sacramento"
Los niños permanecían de rodillas en el torrente de esta luz maravillosa, hasta que la Señora habló de nuevo, mencionando la guerra en Europa, de la que tenían poca o ninguna noción.
-Rezad el Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra.
Después de esto Ella comenzó a elevarse lentamente hacia el este, hasta que desapareció en la inmensa distancia. La luz que la rodeaba parecía que se adentraba entre las estrellas, es por eso que a veces decíamos que vimos a los cielos abrirse.
Los días siguientes estuvimos llenos de entusiasmo, aunque ellos no pretendían que fueran así. Lucía había prevenido a los otros de mantener su visita en secreto, sabiendo correctamente las dificultades que ellos experimentarían si los eventos se supiesen. Sin embargo la felicidad de Jacinta no pudo ser contenida, cuando prontamente se olvidó de su promesa y se lo reveló todo a su madre, quien la escuchó pacientemente pero le dio poca credibilidad a los hechos. Sus hermanos y hermanas se metían con sus preguntas y chistes. Entre los interrogadores solo su padre, "Tio Marto", estuvo inclinado a aceptar la historia como verdad. El creía en la honestidad de sus hijos, y tenía una simple apreciación de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el primer creyente de las apariciones de Fátima.
La madre de Lucía, por otro lado, cuando finalmente escuchó lo que había ocurrido, creyó que su propia hija no solo era la instigadora de un fraude, si no de una blasfemia. Lucía comprendió rápidamente lo que la Señora quería decir cuando dijo que ellos sufrirían mucho. María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara, aún bajo amenazas. Finalmente la llevó a la fuerza donde el párroco, el padre Ferreira, sin tener éxito. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso, estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a los caprichos de mujeres. Las próximas semanas, mientras los niños esperaban su próxima visita de la Señora en Junio, les revelaron que tenían pocos creyentes, y muchos en contra en Aljustrel y Fátima.

viernes, 12 de mayo de 2017

Nuestra Señora de la Sonrisa: La experiencia mariana de Teresa de Lisieux.


En el año de 1734, El párroco de la iglesia de San Sulpicio, en Paris, encarga a un joven y prometedor escultor, probablemente Edmé Bouchardon, estatuas para su iglesia, incluyendo una virgen, en su advocación de Nuestra Señora de las Victorias, fundida en plata. Los feligreses se ofrecen para donar la plata, pero el sacerdote dice que solo recibirá la plata de los cubiertos de sus hogares... de ahí el apodo de Nuestra Señora de los cubiertos que se dio a la estatua. La imagen fue derretida durante la revolución francesa en búsqueda del codiciado metal, y es entonces cuando es reemplazada en 1832 por una reproducción más pequeña de yeso.

Una imagen como esta, fue la que se le ofreció al joven Luis Martin, futuro padre de Santa Teresita del Niño Jesús, por un dama ya muy mayor de Alençon, la señora Beaudouin, muy piadosa y que tenía la confianza de encontrar en él una persona digna de recibir tal regalo. En 1857 San Luis Martin adquirió una pequeña propiedad llamada Papillón con una torre hexagonal en la mitad del jardín, allí subía continuamente para dedicar largos ratos a la oración en silencio y soledad; era un recinto sumamente austero, y fue allí donde decidió poner un pequeño altar con la imagen de la virgen que le habían regalado.

Después de su matrimonio con María Celia Guerin (futura madre de Santa Teresita), la estatua es trasladada al nuevo domicilio de los Martin convirtiéndose en el centro de la liturgia familiar, rodeandola de flores durante el mes de Mayo. Santa Celia a menudo se encomendaba a la Virgen María y reconocía recibir "favores que sólo yo conozco." Se le veía continuamente orando junto al altar de María mientras adelantaba algún oficio del hogar, o cuando sus hijas la dejaban descansar un momento. Incluso la Madre Inés de Jesús (su hija Paulina) en su correspondencia con Teresa, aseguró que la imagen había hablado a su madre después de la muerte de su hermanita menor, Elena, en 1870.

Recreación de una escena familiar de los Martin. Detállese la imagen de la virgen de la sonrisa, junto a la cuna de los hijos en el fondo de la imagen.

Después de la muerte de la madre de Teresita, el 28 de agosto de 1877, la imagen se trasladó junto al resto de la familia Martin a Lisieux, en Normandía, a la nueva casa llamada Les Buissonnets. Allí, donde Teresita viviría la mayor parte de su infancia, es donde ella recuenta como recreaba su oración en el mes de María ante la imagen de la virgen de sus padres, al no poder ir aun a los actos litúrgicos en la Catedral por su corta edad: 

“Como era demasiado pequeña para ir al mes de María, me quedaba en casa con Victoria y hacía con ella mis devociones ante mi altarcito de María, que yo arreglaba a mi manera. Era todo tan pequeño, candeleros y floreros, que dos cerillas, que hacían de velas, bastaban para alumbrarlo. En alguna que otra ocasión, Victoria me daba la sorpresa de regalarme dos cabitos de vela, pero raras veces.” (Ms A, Cap II)

La estatua de María es llevada al cuarto de Teresa cuando a los doce años es presa de una extraña enfermedad nerviosa, esta imagen es la que sonríe a Teresita y alcanza del cielo su curación definitiva, ella lo relata así: 

“De repente, la Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa, que yo nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables. Pero lo que me caló hasta el fondo del alma fue la «encantadora sonrisa de la Santísima Virgen». En aquel momento, todas mis penas se disiparon. Dos gruesas lágrimas brotaron de mis párpados y se deslizaron silenciosamente por mis mejillas, pero eran lágrimas de alegría sin mezcla de ninguna clase... ¡La Santísima Virgen, pensé, me ha sonreído! ¡Qué feliz soy...! Sí, pero no se lo diré nunca a nadie, porque entonces desaparecería mi felicidad. Bajé los ojos sin esfuerzo y vi a María, que me miraba con amor. Se la veía emocionada, y parecía sospechar la merced que la Santísima Virgen me había concedido... Precisamente a ella, a sus súplicas conmovedoras, debía yo la gracia de la sonrisa de la Reina de los cielos. Al ver mi mirada fija en la Santísima Virgen, pensó: «¡Teresa está curada!».” (Ms A, Cap III) 

Habitación donde se obro el milagro de la sonrisa de la virgen con la reproducción de la imagen

Fue por este maravilloso acontecimiento que la imagen será mundialmente conocida como la virgen de la sonrisa. En les Buissonnets se conserva una réplica idéntica de la imagen junto a la cama donde se dio la gracia de la sonrisa de la virgen a la pequeña Teresa Martin.

Después del fallecimiento del señor Martin, y con ocasión del ingreso de Celina al Carmelo de Lisieux en 1894, la imagen es llevada al monasterio, donde seguirá siendo venerada por las hermanas Martin junto al resto de la comunidad. La imagen es entronizada en la antesala de la celda de Teresita. La santa de Lisieux nos cuenta como a lo largo de sus años de vida religiosa siguió profesando un tierno amor a esta advocación familiar, por ejemplo, al comenzar a redactar el manuscrito A, dedicado a la Madre Inés, Teresita dice haberse encomendado ante esta imagen para escribir su autobiografía: 

“Antes de coger la pluma, me he arrodillado ante la estatua de María (la que tantas pruebas nos ha dado de las predilecciones maternales de la Reina del cielo por nuestra familia), y le he pedido que guíe mi mano para que no escriba ni una sola línea que no sea de su agrado.” (Ms A, introducción)

También es ante esta imagen de la Virgen María donde Teresa y su hermana Celina depositan su acto de ofrenda como holocausto al amor misericordioso, el martes 11 de junio de 1895. Cuando Teresita es trasladada definitivamente a la enfermería, el 8 de julio de 1897, la imagen de la virgen va con ella, allí la acompañara hasta el 30 de septiembre de ese año. Ese mismo día, hacia la seis de la tarde, mientras se cantaba el ángelus, le dedicaría sus últimas miradas a la imagen de la virgen que en su infancia le había sonreído, seguramente esperando pronto poder contemplarla de nuevo, pero esta vez para la eternidad. Solo una hora y veinte minutos más tarde Teresita volaría a encontrarse con el "águila divina".

Fotografía tomada por Celina, el 1 de octubre de 1897, a su hermana recién fallecida en la enfermería, antes de ser llevada al coro del claustro.

Con seguridad fue la Santísima Virgen quien presento a su hija, la florecilla, ante el trono de su hijo; así lo hace pensar la primera fotografía que se le toma a Teresa, poco después de su muerte, en la enfermería el 1 de octubre de 1987, donde la imagen ya aparece velando el cuerpo de la futura santa. En los años siguientes la imagen volvería a su altar en la antesala de la celda de Teresita. Allí, en la intimidad del convento, seria cariñosamente adornada y venerada junto a su pequeña hija, pues allí se expone por primera vez dentro del monasterio una pintura-retrato de la carmelita francesa que ya estaba empezando a tener fama de santa por todo el mundo. 



Fotografía de la antesala de la celda de Teresita, con el altar a la virgen de la sonrisa, en los años posteriores a su muerte.

Finalmente, en 1923 (año de la beatificación de Teresita) la imagen es entronizada en la capilla lateral del Carmelo de Lisieux, sobre la urna que guarda las reliquias de Santa Teresita, y donde permanece visible hasta hoy.



Imagen original de la virgen de la sonrisa, sobre la urna de la Santa, en la capilla del Carmelo de Lisieux.

Articulo por: Jhonatan Alarcón.