lunes, 29 de diciembre de 2014

AL NIÑO JESÚS - Poesía de Santa Teresa del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia.

 
Tú, Jesús, me conoces,
tú mi nombre conoces, y me llamas
con la dulce mirada de tus ojos…
Ellos me comunican tu palabra:
"Simple abandono, conducir yo quiero,
mi amada, tu barquilla".
 
Y con tu voz de niño, ¡oh maravilla!,
sólo con tu voz débil,
calmas el mar rugiente,
pones paz en el viento.

Si mientras brama la tormenta, ¡oh Niño!,
tú te quieres dormir,
posa tu linda cabecita blanda
sobre mi corazón.

¡Qué encantador sonríes cuando duermes!
Con mi canto más dulce
yo meceré tu cuna tiernamente,
¡Oh hermoso Niño mío!


 (Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz - Diciembre de 1896.)


Poema Musicalizado por el Ministerio de Musica Jesed:


jueves, 25 de diciembre de 2014

UN NIÑO NOS HA NACIDO, UN HIJO SE NOS HA DADO....

 
Con la solemnidad de la Navidad, la Iglesia celebra la manifestación del Verbo de Dios a los hombres. En efecto, éste es el sentido espiritual más importante y sugerido por la misma liturgia, que en las tres misas celebradas por todo sacerdote ofrece a nuestra meditación “el nacimiento eterno del Verbo en el seno de los esplendores del Padre (primera misa); la aparición temporal en la humildad de la carne (segunda misa); el regreso final en el último juicio (tercera misa) (Liber Sacramentorum).

Un antiguo documento del año 354 llamado el Cronógrafo confirma la existencia en Roma de esta fiesta el 25 de diciembre, que corresponde a la celebración pagana del solsticio de invierno "Natalis solis invicti", esto es, el nacimiento del nuevo sol que, después de la noche más large del año, readquiría nuevo vigor.
Al celebrar en este día el nacimiento de quien es el verdadero Sol, la luz del mundo, que surge de la noche del paganismo, se quiso dar un significado totalmente nuevo a una tradición pagana muy sentída por el pueblo, porque coincidía con las ferias de Saturno, durante las cuales los esclavos recibían dones de sus patrones y se los invitaba a sentarse a su mesa, como libres ciudadanos. Sin embargo, con la tradición cristiana, los regalos de Navidad hacen referencia a los dones de los pastores y de los reyes magos al Niño Jesús.

En oriente se celebraba la fiesta del nacimiento de Cristo el 6 de enero, con el nombre de Epifanía, que quiere decir "manifestación", después la Iglesia oriental acogió la fecha del 25 de diciembre, práctica ya en uso en Antioquía hacia el 376, en tiempo de San Juan Crisóstomo, y en el 380 en Constantinopla. En occidente se introdujo la fiesta de la Epifanía, última del ciclo navideño, para conmemorar la revelación de la divinidad de Cristo al mundo pagano.

Los textos de la liturgia navideña, formulados en una época de reacción contra la herejía trinitaria de Arrio, subrayan con profundidad espiritual y al mismo tiempo con rigor teológico la divinidad y realeza del Niño nacido en el pesebre de Belén, para invitarnos a la adoración del insondable misterio de Dios revestido de carne humana, hijo de la purísima Virgen María.

Venid adoremos al redentor que ha nacido!!!

HOMILIA DE S.S FRANCISCO PARA LA MISA DE NOCHEBUENA / 2013:

 
1. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).
Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.

Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. Porque es fiel, «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y momentos de pueblo errante.

También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11). Pueblo en camino, sobre todo pueblo peregrino que no quiere ser un pueblo errante.

2. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11).

La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.

3. Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos estaban en vela. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.

Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc 2,10). Como dijeron los ángeles a los pastores: “No teman”. Y también yo les repito a todos: “No teman”. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre nos perdona siempre. Y Él es nuestra paz. Amén.

UNA GRAN LUZ HA BRILLADO SOBRE NOSOTROS!!!

De los Sermones de San Bernardo de Claraval, Doctor de la Iglesia:


Ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Gracias sean dadas a Dios, que ha hecho abundar en nosotros el consuelo en medio de esta peregrinación, de este destierro, de esta miseria.

Antes de que apareciese la humanidad de nuestro Salvador, su bondad se hallaba también oculta, aunque ésta ya existía, pues la misericordia del Señor es eterna. ¿Pero cómo, a pesar de ser tan inmensa, iba a poder ser reconocida? Estaba prometida, pero no se la alcanzaba a ver; por lo que muchos no creían en ella. Efectivamente, en distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios por los profetas. Y decía: Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Pero ¿qué podía responder el hombre que sólo experimentaba la aflicción e ignoraba la paz? ¿Hasta cuándo vais a estar diciendo: «Paz, paz», y no hay paz? A causa de lo cual los mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio? Pero ahora los hombres tendrán que creer a sus propios ojos, ya que los testimonios de Dios se han vuelto absolutamente creíbles. Pues para que ni una vista perturbada pueda dejar de verlo, puso su tienda al sol.

Pero de lo que se trata ahora no es de la promesa de la paz, sino de su envío; no de la dilatación de su entrega, sino de su realidad; no de su anuncio profético, sino de su presencia. Es como si Dios hubiera vaciado sobre la tierra un saco lleno de su misericordia; un saco que habría de desfondarse en la pasión, para que se derramara nuestro precio, oculto en él; un saco pequeño, pero lleno. Y que un niño se nos ha dado, pero en quien habita toda la plenitud de la divinidad. Ya que, cuando llegó la plenitud del tiempo, hizo también su aparición la plenitud de divinidad. Vino en carne mortal para que, al presenta así ante quienes eran carnales, en la aparición de su humanidad se reconociese su bondad. Porque, cuando se pone de manifiesto la humanidad de Dios, ya no puede mantenerse oculta su bondad. ¿De qué manera podía manifestar mejor su bondad que asumiendo mi carne? La mía, no la de Adán, es decir, no la que Adán tuvo antes del pecado.

¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad que la Palabra de Dios convertida en tan poca cosa por nosotros? Señor, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Que deduzcan de aquí los hombres lo grande que es el cuidado que Dios tiene de ellos; que se enteren de lo que Dios piensa y siente sobre ellos. No te preguntes, tú, que eres hombre, por lo que has sufrido, sino por lo que sufrió él. Deduce de todo lo que sufrió por ti, en cuánto te tasó, y así su bondad se te hará evidente por, su humanidad. Cuanto más pequeño se hizo en su humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y cuanto más se dejó envilecer por mí, tanto más querido me es ahora. Ha aparecido -dice el Apóstol- la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre. Grandes y manifiestos son, sin duda, la bondad y el amor de Dios, y gran indicio de bondad reveló quien se preocupó de añadir a la humanidad el nombre de Dios.

domingo, 21 de diciembre de 2014

"EL SEÑOR DIOS LE DARA EL TRONO DE DAVID, SU PADRE, REINARÁ SOBRE LA CASA DE JACOB PARA SIEMPRE, Y SU REINO NO TENDRA FIN" - Reflexiones de Adviento: (Ciclo B)


Ya llegamos a la Navidad. Pero ¿de veras nos damos cuenta de lo que estamos celebrando?

El hecho más relevante de la historia de la humanidad es, sin duda, el Nacimiento de Dios-Hombre. Tan importante fue este acontecimiento que la historia se divide en “antes” y “después” de Cristo. Sin embargo, ese hecho fue antecedido por el misterio más grande nuestra fe cristiana: la Encarnación de Dios, es decir, Dios hecho hombre en el seno de la Santísima Virgen María.

Así describe este Misterio el máximo poeta de la Mística, San Juan de la Cruz: “Entonces llamó a un arcángel que San Gabriel se decía, y enviólo a una doncella que se llamaba María, de cuyo consentimiento el misterio se hacía, en el cual la Trinidad de carne al Verbo vestía; y aunque Tres hacen la obra, en el Uno se hacía; y quedó el Verbo encarnado en el vientre de María. Y el que tenía sólo Padre, ya también Madre tenía, aunque no como cualquiera que de varón concebía, que de las entrañas de ella El su carne recibía; por lo cual Hijo de Dios y del hombre se decía”. (Romance 8)

¿Qué significa este gran misterio, el más grande acontecimiento de la humanidad…tan grande que la historia se divide en antes y después de Cristo?

Veamos: si no fuera por lo que celebramos en Navidad, nuestra meta final sería el Infierno. Así de grave. Debido al Pecado Original y a los pecados que hemos ido añadiendo a éste, los seres humanos tendemos de manera natural a la condenación. Tenemos un cierto sentido del bien, un eco en nuestro interior de lo que nuestro Creador desea para nosotros. Pero nuestra naturaleza humana caída lucha, porque su sensibilidad tiende a preferir el pecado.

La Encarnación de Dios en el vientre virginal de María y su nacimiento en Belén no cambió esa tendencia que tenemos los seres humanos. Tampoco la cambió su Pasión y Muerte, ni su Resurrección, ni su Ascensión a lo Cielos. ¿Y entonces? ¿Cómo quedamos? ¿Qué es lo que ha cambiado?

Ahhh! Es que la gloria de la Encarnación y del Nacimiento de Jesús consiste en que ya no tenemos que quedar excluidos del Cielo. Después de la primera Navidad –aquélla en que nació Jesús en Belén- tenemos Esperanza. ¡Eso es lo que celebramos en la Navidad! ¡Nada menos!

El problema es que la bulla y la agitación de estos días nos hace perder la perspectiva de lo que significan estos misterios infinitos que celebramos en Navidad. Y si no nos damos cuenta de la gravedad de nuestra situación de pecado y de nuestra tendencia al pecado, no podemos concientizar la necesidad que tenemos de ser salvados.

Si pudiéramos comparar la situación de los seres humanos con un ejemplo físico gráfico, pensemos que nuestro estado natural es como si estuviéramos hundiéndonos en un pozo de arena movediza. Y, como hemos visto en películas, de un sitio así es imposible salir uno por su propia fuerza. Sólo alguien que esté fuera de la arena movediza puede tender una mano al que se está hundiendo. Y éste tiene que agarrarse de manera fuerte y continua para poder salir de allí.

Ese ejemplo nos da una idea de cómo sin Cristo, nuestra salvación no es posible. Ese ejemplo nos indica por qué Dios vino a salvarnos. De no ser por El, nuestro destino automático sería el Infierno: hundirnos para siempre en ese pozo terrible. A eso se refería Jesús cuando los Apóstoles le preguntaron: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» Jesús los miró fijamente y les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios.» (Mc 10,26- 27).

La alegría de la Navidad es que el Infierno no es inevitable, el Infierno no tiene que ser nuestro destino automático, porque Jesús nos ha extendido su Mano para sacarnos del pozo en que estamos hundidos.Dios ha nacido entre nosotros para salvarnos. Por eso el Hijo de Dios hecho Hombre se llama Jesús, que significa Salvador. Por eso Jesús es el Emanuel que significa Dios con nosotros.

Por eso es que nos damos regalos en Navidad. Nuestros regalos son una imitación muy deficiente del gran regalo que Dios nos ha dado al nacer entre nosotros.

Este es el Mensaje de la Navidad: Aprovechar la salvación que se nos ofrece, aferrándonos –sin soltarnos- de la Mano de Dios que nos salva.

(Homilia.org)

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO: (Ciclo B)

Lecturas de la liturgia:

Primera Lectura: II Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16
"El reino de David durará por siempre en la presencia del Señor"


Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: "Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda." Natán respondió al rey: "Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo." Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: "Ve y dile a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.""

Salmo Responsorial: 88
"Cantaré eternamente tus misericordias, Señor."


Cantaré eternamente las misericordias del Señor, / anunciaré tu fidelidad por todas las edades. / Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno, / más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R. "Sellé una alianza con mi elegido, / jurando a David, mi siervo: / "Te fundaré un linaje perpetuo, / edificaré tu trono para todas las edades."" R. Él me invocará: "Tú eres mi padre, / mi Dios, mi Roca salvadora." / Le mantendré eternamente mi favor, / y mi alianza con él será estable. R.

Segunda Lectura: Romanos 16,25-27
"El misterio, mantenido en secreto durante siglos, ahora se ha manifestado"


Hermanos: Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Evangelio: Lucas 1,26-38
"Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo"


En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le podrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.

lunes, 15 de diciembre de 2014

NOVENA DE NAVIDAD COLOMBIANA. (16 - 24 DE DICIEMBRE)


Ahora comparto la novena tradicional colombiana, o de "aguinaldos" para preparar en familia, junto al pesebre el nacimiento de Jesucristo, Salvador del genero humano.
Breve reseña historica:

La Madre María Ignacia.
La novena fue creada por Fray Fernando de Jesús Larrea (nacido en Quito en 1700) quien después de su ordenación en 1725 fue predicador en Ecuador y Colombia. Fray Fernando la escribió por petición de la fundadora del Colegio de La Enseñanza en Bogotá (Colombia) doña Clemencia de Jesús Caycedo Vélez. Así es publicada por primera vez en Santa Fe de Bogotá en 1784. Muchos años después una religiosa Colombiana de La Enseñanza, la madre María Ignacia, cuyo nombre era realmente Bertilda Samper Acosta, la modificó y agregó los gozos.

Oración para todos los dias:

  Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado; suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.

(Se reza tres veces el Gloria al Padre)

Oración a la Santísima Virgen:


Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con la que le aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
(Se reza tres veces el Ave María)

Oración a San José:


¡Oh, Santísimo José! Esposo de María y padre putativo de Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan altos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le vea y le goce en el cielo. Amén.
(Se reza Padrenuestro, Ave María y Gloria)



GOZOS:

Dulce Jesús mío, mi niño adorado                                              
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano,
que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos
la prudencia que hace verdaderos sabios!
Ven a nuestras...


Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando,
de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah, ven prontamente para rescatarnos,
y que un niño débil muestre fuerte el brazo!
Ven a nuestras...


 Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto
presenta al orbe tu fragante nardo!
Dulcísimo Niño que has sido llamado
Lirio de los valles, Bella flor del campo.
Ven a nuestras...


 Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Llave de David que abre al desterrado
las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano,
de la cárcel triste que labró el pecado!
Ven a nuestras...


 Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas tu esplendor veamos!
Niño tan precioso, dicha del cristiano,
luzca la sonrisa de tus dulces labios.
Ven a nuestras...


 Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....



¡Espejo sin mancha, santo de los santos,
sin igual imagen del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y en forma de niño, da al mísero amparo!
Ven a nuestras...


Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro,
De Israel anhelo Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
Ven a nuestras...


Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto
bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado!
¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor del campo!
Ven a nuestras...


Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Ven, que ya María previene sus brazos,
do su niño vean, en tiempo cercanos!
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
Ven a nuestras...


Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
consuelo del triste, luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!
Ven a nuestras...


Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases, te dice mi llanto!
Ven a nuestras...


Dulce Jesús mío, mi niño adorado.....

¡Ven Salvador nuestro por quien suspiramos
Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!



Consideración del Día: 
  
(Dale click sobre el link correspondiente a la consideración del día)

 

Oración al Niño Jesús:


Acordaos ¡Oh dulcísimo Niño Jesús! Que dijisteis a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”(algunos momentos para hacer las peticiones personales). Llenos de confianza en Vos ¡Oh Jesús, que sois la misma verdad! Venimos a exponeros toda nuestra miseria. 
Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concedednos, por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a Vos ¡Oh Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.

domingo, 14 de diciembre de 2014

PASTORCICO- Poesía de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia.


Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado. 

No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido;
mas llora por pensar que está olvidado.


Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado. 


Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!


Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.

"Entréme donde no supe: y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo."

COPLAS HECHAS SOBRE UN ÉXTASIS DE HARTA CONTEMPLACIÓN - Poesía de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia.


Y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
Entréme donde no supe:

Yo no supe dónde estaba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo. 


De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida, vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo. 


Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo.
toda ciencia trascendiendo. 


El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y Su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo. 


Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía:
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo. 


Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo. 


Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo. 


Y, si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.


   Poema Musicalizado:

"YO BAUTIZO CON AGUA; EN MEDIO DE VOSOTROS HAY UNO QUE NO CONOCÉIS, EL QUE VIENE DETRAS DE MI, Y AL QUE NO SOY DIGNO DE DESATAR LA CORREA DE LA SANDALIA" - Reflexiones de Adviento: (Ciclo B)


El Evangelio de este Domingo vuelve a presentarnos a San Juan Bautista, esta vez desde el Evangelio de San Juan.

San Juan Bautista, era primo de Jesús, pero no lo conocía, según nos dice él mismo. Fue su Precursor, apareció en el desierto para anunciar la llegada del Mesías. Por todo esto San Juan Bautista es un personaje central del Adviento, este tiempo de preparación que la Liturgia nos ofrece antes de la Navidad.
Por ello es útil revisar el relato que de San Juan Bautista hacen los cuatro Evangelistas (Mt. 3, 1-12; Mc. 1, 1-8; Lc. 3, 1-17; Jn. 1, 6-28). Allí podemos ver varias cosas importantes a tener en cuenta en preparación para la venida del Señor.

San Juan Bautista predicaba un bautismo de arrepentimiento. Pedía con su predicación que la gente se convirtiera de la vida de pecado y se resolviera a vivir una nueva vida de acuerdo a la ley de Dios. Es lo que nosotros debemos hacer en preparación a la venida del Señor.

San Juan Bautista hablaba de preparar el camino del Señor rellenando lo hundido, aplanando lo alzado, enderezando lo torcido y suavizando lo áspero. Se trata esto de reformar nuestros modos equivocados de comportamiento y de costumbres: por ejemplo, rellenando las bajezas de nuestro egoísmo y envidia; rebajando las alturas de nuestro orgullo y altivez; enderezando los caminos desviados y equivocados que no nos llevan a Dios; suavizando las asperezas de nuestra ira e impaciencia. En general, corrigiendo, nuestros defectos, vicios y pecados.La Primera Lectura es del Profeta Isaías, el cual desde el Antiguo Testamento también anunciaba a Cristo (Is. 61, 1-2 y 10-11). Isaías fue el Profeta que más claramente describió por adelantado la vida, pasión y muerte de Jesucristo.

En este trozo de Isaías vemos la descripción de la misión del Mesías. Un día Jesús leyó ese pasaje de Isaías en la Sinagoga de Nazaret, el sitio donde vivía, y agregó al final de la lectura que esa profecía se refería a El mismo. Y vemos en este mismo episodio que, a pesar de lo admirados que estaban de los milagros de Jesús y de sus enseñanzas, no pudieron aceptar que Jesús, el de Nazaret, el hijo del carpintero, fuera el Mesías esperado. (cfr. Lc. 4, 16-30.)

Veamos con detalle la misión del Mesías, anunciada por Isaías y ratificada por Cristo mismo:
“Anunciar la buena nueva a los pobres”: la Buena Nueva es el anuncio de salvación que Jesucristo, el Salvador del mundo nos vino a traer. Y la anuncia a los pobres. Pero ¿quiénes son estos pobres? ¿Serán los económica y socialmente pobres? Y si esto fuera así ¿cómo quedan los que tienen medios económicos y pertenecen a las clases medias o altas? ¿No es para ellos la Buena Nueva del Señor? Claro que sí es. Es para todos: pobres y ricos, considerados desde el punto de vista económico y social. Pero todos los que reciban la Buena Nueva de salvación sí deben ser pobres en el espíritu. Son los mismos a quienes Jesús se refiere en las Bienaventuranzas (Mt. 5, 3). Pobres en el espíritu son aquéllos que se saben nada sin Dios, que saben que nada pueden sin Dios, que en todo dependen de El. Esos están listos para recibir la Buena Nueva que Cristo trae. En cambio, los ricos en el espíritu, los que creen que pueden por sí solos, los que se creen gran cosa ante Dios, ésos no están listos para recibir el mensaje de Jesucristo.

“Curar a los de corazón afligido”: Jesucristo vino a sanar a los que sufren. También esta parte de su misión la menciona en las Bienaventuranzas: “Dichosos los que sufren, porque ellos serán consolados” (Mt. 5, 4). Jesús cura los corazones afligidos. Pero los cura mostrándonos que el sufrimiento, bien aceptado y bien llevado, es una gracia muy especial. Los cura mostrándonos con su sufrimiento, que nuestro sufrimiento, unido al suyo, tiene valor redentor. Los cura mostrándonos que todo sufrimiento aceptado en Cristo, es la cruz que el Señor nos regala para poder imitarlo y para poder “ser consolados”, como nos promete esta bienaventuranza.
“Proclamar el perdón a los cautivos y la libertad a los prisioneros”: Jesucristo nos trae el perdón de los pecados. Ese perdón nos libera del cautiverio del pecado. El que está hundido en el pecado, necesita ser liberado. Y Cristo nos trajo esa liberación. Podemos decir que los seres humanos nos encontrábamos prisioneros en situación de secuestro: estábamos secuestrados por el Demonio, a causa del pecado original de nuestros primeros progenitores. Pero Cristo pagó nuestro rescate con su muerte en cruz y su resurrección gloriosa. Ya somos libres; ya se nos ha borrado el pecado original con el Sacramento del Bautismo; y se nos perdonan los demás pecados cometidos, con nuestro arrepentimiento y con el Sacramento de la Confesión.
“Pregonar el Año de Gracia del Señor”. La aparición de Cristo en nuestra historia fue el Año de Gracia del Señor anunciado desde el Antiguo Testamento por Isaías. Año de Gracia en nuestra época fue el aniversario número 2.000 de ese gran acontecimiento, cuando la Iglesia, recordando lo anunciado por el Profeta Isaías, proclamó un nuevo Año de Gracia, el del Gran Jubileo del 2.000, el cual fue “año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extra-sacramental ... y de la concesión de indulgencias de un modo más generoso que en otros años” (TMA # 14).

El Salmo nos trae el Magnificat (Lc. 1, 46-55) esa oración de alabanza que la Santísima Virgen María recita al ser saludada como la Madre de Dios por su prima Santa Isabel.

Y de este Canto de María es bueno resaltar su coincidencia también con lo expresado por el Profeta Isaías: “A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos despidió vacíos”. Se refieren estos hambrientos a los que necesitan de Dios y de los bienes de Dios. Y se refieren estos ricos a los que creen no necesitar de Dios y de los bienes de Dios. Por ello, a los que necesitan del El, Dios los colma de bienes, y a los que se bastan a sí mismos, los despide vacíos.

En la Segunda Lectura (1 Ts. 5, 16-24), San Pablo nos recuerda lo mismo que San Pedro el pasado domingo sobre nuestra preparación para la venida del Señor: “que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprochable hasta la llegada de nuestro Señor Jesucristo”. Y, además, nos habla San Pablo de la acción del Espíritu Santo en los mensajes proféticos, instruyéndonos sobre la correcta actitud al respecto: “No impidan la acción del Espíritu Santo, ni desprecien el don de profecía; pero sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno”.

Vemos en la narración de los Evangelios sobre San Juan Bautista, cómo éste cumplió con su misión de anunciar al Mesías y de preparar su camino. Y cuando lo vio venir pudo reconocerlo por una íntima revelación que Dios le dio, la cual él hace pública: “Yo no lo conocía, pero Dios, que me envió a bautizar con agua, me dijo también: ‘Verás al Espíritu bajar sobre Aquél que ha de bautizar en Espíritu Santo y se quedará en El.’ ¡Y yo lo he visto! Por eso puedo decir que Este es el Elegido de Dios” (Jn. 1, 33-34).
Al ser preguntado por qué bautizaba si no era el Mesías, San Juan Bautista dice que ciertamente él ha estado bautizando con agua, pero que el que viene después de él, bautizará con el Espíritu Santo.
Jesucristo confirmará este anuncio de San Juan Bautista. En el diálogo nocturno que tuvo con Nicodemo, le dice a este buen fariseo: “En verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios sin no nace de nuevo, de arriba”. Y, ante el asombro de Nicodemo, Cristo le explica: El que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios ... Por eso no te extrañes que te haya dicho que necesitas nacer de nuevo, de arriba” (Jn. 3, 3-7).

Y ¿qué es nacer de nuevo, de arriba? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés (cfr. Hech. 2 y 5, 17-41). Antes eran torpes para entender las Sagradas Escrituras y aún para entender las enseñanzas que recibieron directamente del Señor. También eran débiles en su fe, deseosos de los primeros puestos y envidiosos entre ellos. Eran, además, temerosos para presentarse como seguidores de Jesús, por miedo a ser perseguidos.

Pero sí hicieron algo: creyeron y obedecieron el anuncio del Señor: “No se alejen de Jerusalén, sino que esperen lo que prometió el Padre, de lo que Yo les he hablado: que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” (Hech. 1s, 4-5).

Y ¿cómo se nace de nuevo, de arriba? ¿Cómo se nace del Espíritu Santo? Para esto también hay que ver a los Apóstoles muy especialmente en los días entre la Ascensión del Señor y Pentecostés y también a lo largo de todos los acontecimientos narrados en los Hechos de los Apóstoles: Nos dice la Escritura que perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús (Hech. 1, 14).

Quien ha nacido del Espíritu Santo se da cuenta de que Dios es lo más importante en su vida, se da cuenta que vive para Dios, que Dios es el que manda en su vida (es el Señor, ¿no?). Eso es estar preparados. ¿Preparados para qué? Pues para cuando vuelva el Señor, que volverá en el momento que nos toque morir o en su Segunda Venida al fin de los tiempos.

(Homilia.org)

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO, o de Gaudete: (Ciclo B)

Lecturas de la liturgia:

Primera Lectura: Isaías 61,1-2a.10-11
"Desbordo de gozo con el Señor"


El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos.
Interleccional: Me alegro con mi Dios.

Salmo Responsorial: Lucas 1,46-54
"Mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador"

Proclama mi alma la grandeza del Señor, / se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; / porque ha mirado la humillación de su esclava. / Desde ahora me felicitarán todas las generaciones. R. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: / su nombre es santo, / y su misericordia llega a sus fieles / de generación en generación. R. A los hambrientos los colma de bienes / y a los ricos los despide vacíos. / Auxilia a Israel, su siervo, / acordándose de la misericordia. R.

Segunda Lectura: I Tesalonicenses 5,16-24
"Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor"


Hermanos: Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

Evangelio: Juan 1,6-8.19-28
"En medio de vosotros hay uno que no conocéis."


Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: "¿Tú quién eres?" Él confesó sin reservas: "Yo no soy el Mesías." Le preguntaron: "¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?" El dijo: "No lo soy." "¿Eres tú el Profeta?" Respondió: "No." Y le dijeron: "¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?" Él contestó: "Yo soy al voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías." Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: "Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia." Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

viernes, 12 de diciembre de 2014

NO ESTOY YO AQUÍ, QUE SOY TU MADRE?

(Oración de San Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe)

Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!

Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.


Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena felicidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa. Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos.


Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver e El, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae sosiego al alma. Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra. Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos, Amén.

Nícan Mopohua, el documento más antiguo sobre las apariciones en el Tepeyac.

"TONANTZIN": MADRE DE TODA LATINOAMERICA:

 ¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todos nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.