Ya hemos visto el primer episodio místico de nuestra
santa, en aquel hormiguero donde sintió a Dios, ahora es una grandísima
revelación sobre la presencia de Jesús en la Eucaristía lo que la inflama de
ardor por este hondisímo misterio. Ocurre cuando ella tenía un poco mas de 12
años, en 1886.
Ella nos relata:
Ella nos relata:
Hacía ya mucho tiempo que, cuando estaba en sitio conveniente, comulgaba todos los días, aunque en aquella época se necesitaba el permiso del confesor y la cosa no era tan común como es hoy. Ordinariamente sentía afán por comulgar; me hacía falta no hacerlo, gustaba de estar delante del sagrario, pero todo esto era como por fe seca, perdóneme esta palabra, no tengo otra; como fría, como mediana, en fin, como no experimental; otra que no sé si será atrevida. En todo caso, después de lo que voy a referir, si es que esas cosas tienen términos suficientemente expresivos en las lenguas humanas, pues todas las palabras que encuentro rebajan el concepto. Después de esto, repito, la Sagrada Eucaristía fue para mí como otra cosa muy distinta. Fue como si hubiera vivido con un velo medio transparente y de pronto me lo hubieran descorrido a plena luz.
Hacía un oficio en compañía de mi madre, en un corredor de la casa. Por cualquier circunstancia, ella se entró para volver y me quedé sola en el corredor; sin pensar, sino en ofrecer mi trabajo, como de costumbre. Sin duda, Dios en respuesta de mi ofrecimiento, me infundió un vehemente deseo de comulgar. Hice la comunión espiritual y no sé decir más. Como electrizada, como si no sintiera lo que alrededor pasaba, como si tuviera un dolor soberano, con una mezcla de amor extraordinario, como si la santa Eucaristía pasara mi alma de parte a parte, me bañé en lágrimas sin sentirlo. Me parecía, además, como que comprendía cómo Jesús está en la hostia y cómo el Verbo Divino está en Jesús. Claro que era algo como tan superior a mi ser que como que me agobiaba, como que no podía con él. En fin, no ensayo decir más, porque acabo de desfigurar la idea, que tampoco es idea.
Bañada en lágrimas me encontró mi madre y me creyó enferma. Gracias a esto, fui excusada de continuar en el oficio y pude retirarme hasta que estuve completamente serena. Aquello pasó como pasa siempre Dios, dejando las huellas de su presencia, con amor doloroso. Quedé como dueña de ese divino misterio. Ya era mío. ¡Cosa rara! Me sentía como iluminada, como en posesión de él, como encendida, como en un sentimiento muy intenso e indefinible de la santa Eucaristía. ¿Quién sabrá decir lo que esto es? ¡Dios mío! ¿Sería tu primer encuentro eucarístico con mi alma, como el del hormiguero había sido el primer golpe de tu divinidad con ella?
Como yo estaba en un banco de la carpintería, siempre he llamado a esto el golpe del banco. Un golpe de Dios; mire padre, qué nombres más raros encuentro: Dios me los entiende a la maravilla y con eso tengo; como jamás creí tener que expresarlos a nadie, no me he cuidado de buscar palabras. Dios y yo nos entendemos y nada más se necesita. Naturalmente que ahora al cumplir tan dura obediencia como ésta, que si Dios no fuera servido en ella, por nada de este mundo la cumpliría, se me ocurre que puedo decir hasta herejías y que vuestra reverencia va a tener que componer mucho."
Pensamientos
Eucarísticos de Santa Laura Montoya:
¿Qué es la Eucaristía? Es el Dios de mi corazón y el
Corazón de mi Dios.
¡Salve, oh Eucaristía! Libro amable,
resumen de celestiales enseñanzas.
La Santa Eucaristía es la proyección
de un amor sin medida.
¡Oh Santa Eucaristía, fruto del amor
eterno, eres mi cielo, guardas mi dicha eterna!
El fuego es para que arda. Si
tenemos en la Eucaristía la brasa, acerquémonos a ella para que nuestro corazón
se encienda.
Me parece más ventajoso comulgar porque
Jesús desea que lo recibamos, que porque nosotros deseamos recibirlo.
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