jueves, 18 de septiembre de 2014

HOMILIA DE LA BEATIFICACIÓN DE SANTA LAURA MONTOYA - 25 DE ABRIL DE 2004.



HOMILÍA DEL SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Plaza de San Pedro
Domingo 25 de abril de 2004



1. "Sabían bien que era el Señor" (Jn 21, 12): así expresa el evangelista san Juan la reacción de alegría de los discípulos al reconocer al Señor resucitado. Jesús se les manifiesta después de una noche de duro e infructuoso trabajo en el lago de Tiberíades. Confiando en su palabra, echan la red en el agua y sacan a la orilla una "multitud de peces" (Jn 21, 6).

Como los Apóstoles, también nosotros quedamos asombrados ante la riqueza de las maravillas que Dios realiza en el corazón de los que confían en él. Durante esta celebración eucarística contemplamos lo que realizó en seis nuevos beatos: en el presbítero Augusto Czartoryski; en cuatro religiosas: Laura Montoya, María Guadalupe García Zavala, Nemesia Valle y Eusebia Palomino Yenes; y en una laica: Alejandrina María da Costa. Son ejemplos elocuentes de cómo el Señor transforma la existencia de los creyentes, cuando uno se fía de él.


2. "¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor. (...) Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa" (Sal 84, 2. 11). El beato Augusto Czartoryski escribió estas palabras del Salmo como lema de su vida en el recordatorio de su primera misa. En ellas se encierra el embelesamiento de un hombre que, siguiendo la voz de la llamada, descubre la belleza del ministerio sacerdotal. Resuena en ellas el eco de las diversas opciones que debe hacer todo aquel que descubre la voluntad de Dios y desea cumplirla. Augusto Czartoryski, joven príncipe, elaboró un método eficaz de discernimiento de los designios divinos.

 
En la oración presentaba a Dios todos sus interrogantes y dudas, y luego, con espíritu de obediencia, seguía los consejos de sus directores espirituales. Así descubrió su vocación a llevar una vida pobre para servir a los más humildes. Ese mismo método le permitió hacer durante toda su vida unas opciones con las que -como podríamos decir hoy- realizó de modo heroico los designios de la Providencia divina.


Quiero proponer el ejemplo de su santidad sobre todo a los jóvenes, que hoy buscan el modo de descubrir la voluntad de Dios para su vida y desean proceder cada día fielmente, según la Palabra divina. Queridos jóvenes amigos, aprended del beato Augusto a pedir ardientemente en la oración la luz del Espíritu Santo y directores espirituales sabios, a fin de que conozcáis el plan divino para vuestra vida y podáis avanzar siempre por el camino de la santidad. 


3. "Estaba ya amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús" (Jn 21, 4). Es una posibilidad para el hombre no conocer al Señor, a pesar de múltiples manifestaciones a lo largo de la historia. La madre Laura Montoya, viendo cómo tantos indígenas, lejos de los centros urbanos, vivían desconociendo a Dios, se decidió a fundar la congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, para llevar la luz del Evangelio a los habitantes de las selvas.
Esta beata colombiana se sintió madre espiritual de los indígenas, a los que quiso mostrar el amor de Dios. Sus tiempos no fueron fáciles, pues las tensiones sociales ensangrentaban también entonces su noble patria. Inspirándonos en su mensaje pacificador, le pedimos hoy que la amada Colombia goce pronto de paz, de justicia y de progreso integral. 
 
4. En el evangelio hemos escuchado la triple pregunta de Jesús a Pedro: "¿Me amas?". Esta misma pregunta Cristo la dirige a los hombres y mujeres de todas las épocas. Los cristianos deben responder con firmeza y prontitud a los proyectos que él tiene sobre cada uno. Así sucedió en la vida de la beata Guadalupe García Zavala, mexicana, que, renunciando al matrimonio, se dedicó al servicio de los más pobres, necesitados y enfermos, y fundó por eso la congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres.


Con una fe profunda, una esperanza sin límites y un gran amor a Cristo, Madre Lupita buscó la propia santificación desde el amor al Corazón de Jesús y la fidelidad a la Iglesia. De este modo vivió el lema que dejó a sus hijas: "Caridad hasta el sacrificio y constancia hasta la muerte".


5. "Manifestar el amor de Dios a los humildes, a los pobres, a todo hombre, en toda la tierra": este fue el compromiso de la beata Nemesia Valle durante toda su vida. Deja esta enseñanza particularmente a sus hermanas, las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, así como a los fieles de la archidiócesis de Turín. Es el ejemplo de una santidad luminosa, que tiende a las elevadas cumbres de la perfección evangélica, y que se traduce en los gestos sencillos de la vida diaria entregada totalmente por Dios. 

La nueva beata sigue repitiéndonos a todos: "La santidad no consiste en hacer muchas cosas o en hacer cosas grandes. (...) Santo es quien se consume en su lugar, cada día, por el Señor".

6. El Señor dice a Pedro de manera decidida y tajante: "Sígueme". También sor Eusebia Palomino, de las Hijas de María Auxiliadora, oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de una intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria. Como buena salesiana, estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba, fiel a la máxima salesiana del "da mihi animas, caetera tolle".


Con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, sor Eusebia Palomino Yenes traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo.


7. "¿Me amas?", pregunta Jesús a Simón Pedro. Este responde: "Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero". La vida de la beata Alejandrina María da Costa puede resumirse en este diálogo de amor. Impregnada y abrasada por estos deseos de amor, no quiso negar nada a su Salvador: con voluntad fuerte, lo acepta todo para mostrar que lo ama. Esposa de sangre, revive místicamente la pasión de Cristo y se ofrece como víctima por los pecadores, recibiendo la fuerza de la Eucaristía, que se convierte en el único alimento de sus últimos trece años de vida.


En el ejemplo de la beata Alejandrina, expresado en la trilogía "sufrir, amar y reparar", los cristianos pueden encontrar estímulo y motivación para ennoblecer todo lo que la vida tiene de doloroso y triste con la mayor prueba de amor: sacrificar la vida por quien se ama.


8. "Sí, Señor, tú sabes que te quiero" (Jn 21, 15). Como Pedro, como los Apóstoles a orillas del lago de Tiberíades, también estos nuevos beatos hicieron suya, llevándola hasta sus últimas consecuencias, esta sencilla pero incisiva profesión de fe y amor. El amor a Cristo es el secreto de la santidad.


Amadísimos hermanos y hermanas, sigamos el ejemplo de estos beatos. Como ellos, demos un testimonio coherente de fe y de amor en la presencia viva y operante del Resucitado.
  

( Tomado de Vatican.va)

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