lunes, 2 de febrero de 2015

A TEÓFANO VÉNARD - Poesía de Santa Teresa del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia.

Santa Teresa del Niño Jesús y San Teófano Vénard,  Sacerdote de las MIsiones Extranjeras, martirizado en Tonkín a los 31 años de edad, beatificado en 1909 por San Pio X y canonizado, junto a 116 martires vietnamitas, en 1988 por San Juan Pablo II.

Mártir angelical, ¡oh Teófano santo!,
los elegidos cantan tus loores,
y en los coros angélicos
el encumbrado serafín se siente
honrado de servirte.
No pudiendo mezclar en el destierro
mi voz con la sublime santa voz de los cielos,
quiero, al menos, tomar mi lira en tierra extraña
para cantar con ella tus virtudes.


Fue tu breve destierro como un canto muy dulce
que supo conmover los corazones.
Tu alma de poeta
hacía, a cada instante, brotar flores,
flores para Jesús.
Y al elevarte a la celeste esfera,
hasta tu último canto
fue un canto juvenil de primavera.
Al morir, murmuraste:
"¡Yo, que soy un efémero,
me voy al cielo azul, voy el primero!"

¡Afortunado mártir, al borde del suplicio
tú gustaste la dicha de sufrir!
Sufrir por Dios te pareció delicia.
Tú supiste vivir y supiste morir
alegre y sonriente.
Cuando el verdugo quiso abreviar tu tormento,
replicaste enseguida:
"¡Cuanto más largos sean mi dolor y mi martirio,
mayor valor tendrán, estaré más contento <3>!"

¡Oh lirio virginal!,
en la plena y hermosa primavera
de tu vivir
escuchó el Rey del cielo tu deseo.
Tú eres "la rosa abierta
que para su recreo cortó Dios".
Ya no estás desterrado,
los bienaventurados admiran tu esplendor.
Eres rosa de amor,
la inmaculada Virgen
de tu aroma respira la frescura.


Apréstame tus armas, ¡oh soldado de Cristo!,
yo quiero aquí en la tierra,
por salvar a los pobres pecadores,
sufrir y combatir a la sombra de tu palma.
Dame tu protección, sostén mi brazo,
por ellos luchar quiero en incesante guerra
y tomar al asalto el reino de mi Dios.
El Señor a la tierra no vino a traer paz,
sino fuego y espada.


Yo amo esa playa infiel,
la que fue blanco de tu amor ardiente:
hacia ella volaría gozosamente yo,
si un día mi Jesús me lo pidiese.
Mas yo sé que a sus ojos se borran las distancias
y el universo entero es sólo un punto.
Mi flaco amor y mis pequeños sufrimientos,
bendecidos por El,
hacen amar a Dios más allá de los mares.


¡Ah, si yo fuese flor de primavera
que cortar pronto mi Señor quisiera!
¡Oh, mi mártir glorioso, te conjuro,
baja del cielo a mí en mi postrer momento!
Que de tu amor las llamas virginales
me abrasen en la vida,
y un día pueda ser yo de las almas
que forman tu cortejo...
 
 (Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz - 2 de febrero de 1897.)


TEÓFANO VÉNARD Y TERESA DE LISIEUX: DOS ALMAS QUE SE ENCONTRARON EN EL "CAMINITO".

Pintura del Santo, en las Misiones Extranjeras, en París.
La espiritualidad que desarrolla Teófano Vénard tiene mucho en común con la de Teresa de Lisieux, la futura Doctora de la Iglesia.  

Teresa de Lisieux describe su espiritualidad como la del "caminito" o de la infancia espiritual. A pesar de que ya habia desarrollado la mayor parte de su pensamiento espiritual antes de descubrir la historia de Teófano Vénard en noviembre de 1896, muchos de los elementos muestran grandes similitudes entre sus espiritualidades. Estas similitudes son, probablemente, la causa de la reverencia de Teresa por Teófano Vénard: después de leer sus escritos, ella exclama: "Estos son mis pensamientos, mi alma es como la suya."

Los dos principales similitudes de la espiritualidad  de Teófano Vénard y Teresa de Lisieux se relacionan en lo que se describe como la infancia espiritual, y el deseo de la Misión. La infancia espiritual puede ser descrito como una espiritualidad de la confianza en Dios a pesar de o debido a la debilidad y pequeñez, como un niño frente a su padre, lo que lleva a aceptar y ofrecer a Dios por el amor. La segunda característica común es el inmenso deseo por la misión (no hay que olvidar que Teresa de Lisieux es patrona de las misiones y que en sus ultimos meses de vida deseaba, si Dios le concedia la curación, irse a un nuevo monasterio carmelita en Hanói, Vietnam). 

La misión y el martirio están tan estrechamente vinculados al siglo XIX, sobre todo en las Misiones Extranjeras de París, muchos de los cuales mueren mártires a causa de la persecución en Asia. La misionología desarrollada por San Teófano Vénard es similar en muchos aspectos a la que Teresa de Lisieux se desarrolla en sus escritos.

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