miércoles, 1 de octubre de 2014

Ya mi única riqueza es, y será por siempre, ¡Vivir de Amor!



(Himno propio de la festividad de Santa Teresita del Niño Jesús)


Confines de la tierra, mares, islas remotas, 
oscuras selvas vírgenes, a Teresa cantad. 
Ella alentó en su espíritu un vuelo de gaviotas 
por abrir en las almas surcos de claridad. 

Teresa, mensajera herida, alanceada 
por amorosos dardos de fuegos misionales. 
Abeja sigilosa que en soledad dorada 
labra en su celda oculta dulcísimos panales. 

Corazón navegado por el amor y roto 
como cántaro leve, desbordado de luz. 
Enamorada ola hacia arenal ignoto 
entre noches oscuras y caminos de cruz. 

Arroyo en avenida, afluente del cielo. 
Entre Dios y los hombres, vuelo partido en dos. 
Samaritana ardiente, sedienta del anhelo 
del agua de las almas para la sed de Dios.

Amén.

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