Ya más entrado el Adviento, las lecturas nos hablan de alegría, pues ya está más cerca la venida del Señor.
La Primera Lectura (So. 3, 14-18). “Alégrate, hija de Sión, da gritos
de júbilo... No temas ... el Señor tu Dios está en medio de tí. El se
goza y se complace en ti”. ¿Por qué hemos de estar alegres? Porque “el
Señor ha levantado la sentencia contra ti, ha expulsado a todos tus
enemigos”. Es la salvación realizada por Cristo lo que se nos anuncia
aquí. Tanto es así que el Arcángel Gabriel hace eco de estas palabras
cuando anuncia a la Santísima Virgen María la Encarnación del Hijo de
Dios en su seno: “Alégrate, el Señor está contigo ... No temas María,
porque has encontrado el favor de Dios ... concebirás y dará a luz a un
Hijo” (Lc. 1, 28 y 30).
Desde que Jesús vino al mundo como Dios
verdadero y como Hombre también verdadero, podemos decir con San Pablo
en la Primera Lectura (Flp. 4, 4-7): “el Señor está cerca”, porque cada
día que pasa nos acerca más a la venida del Señor. «Sí, vengo pronto»,
nos dice el final del Apocalipsis (Ap 22, 20)
¿Cuándo será ese
momento? Nadie, absolutamente nadie, lo sabe con certeza. Eso nos lo
ha dicho Jesús. Pero también nos ha hado algunos signos que El mismo
nos invita a observar. (Mt 24, 4-51; Lc 21, 5-36).
1.) Muchos tratarán de hacerse pasar por Cristo.
2.) Sucederán guerras y revoluciones que no son aun el final.
3.) Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro.
4.) Terremotos, epidemias y hambres.
5.) Señales prodigiosas y terribles en el cielo.
6.) Persecuciones y traiciones para los cristianos.
7.) El Evangelio habrá sido predicado en todo el mundo.
8.) La mayor parte de la humanidad estará imbuida en las cosas del mundo y habrá perdido la fe.
9.) Después se manifestará el anti-Cristo, que con el poder de Satanás
realizará prodigios con los que pretenderá engañar a toda la humanidad.
¿Cómo volverá Jesucristo? Primeramente aparecerá en el cielo su señal
-la cruz-; vendrá acompañado de Ángeles y aparecerá con gran poder y
gloria. (Mt. 24, 30-31)
Entonces... ¿qué hacer? También nos lo
dice el mismo Jesús: «Por eso estén vigilando y orando en todo momento,
para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de
pie ante el Hijo del Hombre.» (Lc 21, 36)
San Pablo también nos
responde con la misma consigna: “No se inquieten por nada; más bien
presenten sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de
gratitud”. La oración es, sin duda, un ingrediente importantísimo de
entre las cosas que hemos de hacer para prepararnos a la venida del
Señor.
Pero ¿qué más hacer? Con la oración como punto de
partida, la Misa dominical que no debe faltar, arrepentimiento y
Confesión sacramental de nuestros pecados y la Comunión lo más frecuente
posible, debemos realizar el ideal del cristiano que conocemos.
Sin embargo, el Evangelio nos presenta a un personaje muy central de
esta temporada de Adviento, preparatoria a la Navidad. Se trata de San
Juan Bautista, el precursor del Mesías. El era primo de Jesús, recibió
el Espíritu Santo aun estando en el vientre de su madre, cuando la
Santísima Virgen la visitó enseguida de la Encarnación del Hijo de Dios.
Llegado el momento, San Juan Bautista comenzó su predicación para
preparar el camino del Señor; es decir, para ir preparando a la gente a
la aparición pública de Jesús.
Y al Bautista le preguntaban “¿qué
debemos hacer?” (Lc. 3, 10-18). Y él les daba ya un programa de vida
que parecía un preludio del mandamiento del amor que Jesús nos traería.
“Quien tenga dos túnicas que dé una al que no tiene ninguna, y quien
tenga comida, que haga lo mismo”.
A los publicanos, funcionarios
públicos les decía: “No cobren más de lo establecido, sino conténtense
con su salario”. A los soldados:“No extorsionen a nadie, ni denuncien a
nadie falsamente”.
Ahora bien, siguiendo la tónica del
Adviento, este tiempo preparatorio a la Navidad, las lecturas nos llevan
de la primera a la segunda venida del Salvador. El mismo Precursor del
Señor nos habla no sólo de la aparición pública del Mesías allá en
Palestina hace poco menos de dos mil años, sino que también nos habla de
su segunda venida: “El tiene el bieldo en la mano para separar el
trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en
un fuego que no se extingue”.
Clarísima alusión al fin del mundo,
cuando Cristo separará a los buenos de los malos: unos irán al Cielo y
otros al Infierno, al fuego que no se extingue.
En la segunda
venida de Cristo, seremos resucitados: los buenos a una resurrección de
gloria y los malos a una resurrección de condenación para toda la
eternidad. Felicidad o infelicidad eternas.
Pensando en la
primera venida de Cristo, cuando nació en la humildad de nuestro cuerpo
mortal, recordemos también nuestra futura resurrección al final de los
tiempos, de manera que ésta y todas las Navidades nos sirvan para
aprovechar las gracias divinas que se derraman en recordatorio del
nacimiento de Jesús en la tierra, para que esas gracias se traduzcan en
gracias de gloria para su segunda venida, cuando nuestro cuerpo mortal
será transformado en cuerpo glorioso en la resurrección del día final.
Es así como la Navidad o primera venida del Mesías continúa siendo un
recordatorio y un anuncio de su segunda venida. Que la venida del
Señor esta Navidad no sea inútil, de manera que la celebración de su
primera venida nos ayude a prepararnos a su venida final en gloria, para
ser contados como trigo y no como paja.
Oración y vigilancia es
lo que nos pide el Señor: orar y actuar como si hoy -y todos los días-
fueran el último día de nuestra vida terrena.
Lo importante no es
saber el cómo. Lo importante no es saber el cuándo. Lo importante es
estar siempre preparados. Lo importante es vivir cada día como si fuera
el último día de nuestra vida en la tierra.
(homilia.org)
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