domingo, 12 de abril de 2015

ORACIÓN A LA MADRE DE DIOS, POR SAN GREGORIO DE NAREK, Doctor de la Iglesia:

Hacia Ti me vuelvo, santa Madre de Dios,
Tú que has sido fortificada y protegida por el Padre Altísimo,
preparada y consagrada por el Espíritu que sobre Ti reposó,
embellecida por el Hijo que habitó en Ti:
ayúdame con tus oraciones,
a fin de que socorrido siempre por Ti
y colmado con tus beneficios;
habiendo hallado refugio y luz junto a tu santa maternidad
viva yo para Cristo, tu Hijo y Señor.
Sé mi abogada, demanda, suplica;
pues, así como creo en tu inefable pureza,
así creo también en la buena acogida que se hace a tu palabra.
Glorifica en mí a tu Hijo:
que Él se digne obrar divinamente en mí
el milagro del perdón y de la misericordia,
¡oh, servidora y Madre de Dios!
¡qué por mí tu honor sea exaltado,
y que por Ti mi salvación se manifieste!
Así ocurrirá, ¡oh Madre del Señor!;
si en mi búsqueda incierta me acoges,
¡oh Tú, toda disponible!;
si en mi agitación me tranquilizas,
¡oh Tú, que eres reposo!;
si la inquietud de mis pasiones Tú la transformas en paz,
¡oh pacificadora!;
si Tú, que eres dulzura, endulzas mis amarguras;
si Tú, que has superado toda corrupción, me despojas de mis impurezas;
si Tú, ¡oh gozo! de repente detienes la voz de mis sollozos.
¡Oh Tú, Madre del Altísimo Señor Jesús, creador del universo y de todo, a Quien, de un modo indecible, Tú diste a luz, con toda su humanidad y toda su divinidad, Él que, con el Padre y el Espíritu Santo, es glorificado en su misterio de Dios y en su misterio de Hombre; Él, que es todo en todas las cosas!
¡Para Él sea la gloria por los siglos de los siglos, Amén!

miércoles, 8 de abril de 2015

LA PASCUA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS!!!

Aquí encontrará una serie de textos, en los que se muestran algunos rasgos significativos de cómo entendían y vivían el misterio santo de la Pascua las primeras generaciones cristianas. Son textos muy significativos para nosotros hoy, y una ayuda espléndida para respirar más plenamente, en los umbrales ya del tercer milenio cristiano, el aire fresco de la fe en la Resurrección de Cristo, primicia de la nuestra, fuente de esperanza cierta y manantial inagotable de ese Amor que el mundo entero necesita más que ninguna otra cosa.

Con una Piedra en el Sepulcro:

El 14 [del mes de Nisán] es la verdadera Pascua del Señor, la gran inmolación: en lugar del cordero, el Hijo de Dios; Aquel que fue atado y, sin embargo, ató al fuerte; que fue juzgado, y es Juez de vivos y muertos; que fue entregado en manos de los pecadores para ser crucificado; que fue traspasado en su santo costado, e hizo brotar del mismo el doble baño de la purificación: el agua y la sangre, la Palabra y el Espíritu; que fue sepultado en el día de la Pascua, con una piedra cerrando el sepulcro.

Apolinar de Hierápolis (siglo II)

El Misterio del Bautismo:

En los años anteriores, el Señor, celebrando la Pascua, comió el cordero pascual inmolado por los judíos. Pero una vez que hubo predicado el Evangelio, siendo Él mismo la Pascua, el cordero de Dios, que era llevado como oveja al matadero, enseguida explicó a los discípulos el misterio de estas imágenes, y esto el día 13 [de Nisán], cuando le preguntan: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua? Era el mismo día en que tenía lugar la santificación de los ázimos y la preparación de la fiesta. Por eso san Juan describe en ese día el lavatorio de los pies de los discípulos, que el Señor realiza justamente como preparación. Fue, pues, al día siguiente en el que nuestro Señor murió, siendo Él mismo la Pascua inmolada por los judíos.

Por eso el 14 [de Nisán], el día de su muerte, a primera hora de la mañana, habiéndolo conducido a Pilatos, los sumos sacerdotes y los esccribas no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua, por la tarde, sin impedimentos. Con este preciso cálculo de días concuerdan todas las Escrituras y los evangelios en plena armonía. Lo confirma también la resurrección; resucita el tercer día, que corresponde al primer día [de la fiesta judía] de Las Semanas de la cosecha, cuando estaba prescrito que el sacerdote ofreciese un haz.

Escucha lo que dice el profeta: El Señor nos resucitará después de dos días y al tercer día, resucitados, viviremos en su presencia. El primer día es para nosotros la Pasión del Salvador; el segundo, el de su descenso al lugar de los muertos; el tercero es el día de la resurrección. Si el apóstol san Pablo nos enseña que en estas palabras se esconde el misterio del bautismo, es necesario que aquellos que son bautizados en Cristo sean bautizados en su muerte y sean también sepultados con Él, y con Él resuciten de la muerte al tercer día. Cuando, por tanto, tú hayas recibido el misterio del tercer día, entonces Dios comenzará a guiarte y a mostrarte el camino de la salvación.

Orígenes (siglo III)


Victoria sobre la Muerte:

La Pascua verdadera es la abstinencia del mal, el ejercicio de la virtud y el paso de la muerte a la vida. Es esto lo que se aprende de la imagen antigua. Entonces se esforzaban en pasar desde Egipto a Jerusalén; ahora nosotros nos esforzamos en pasar de la muerte a la vida. Entonces, del Faraón a Moisés; ahora, del diablo al Salvador.

Ayunamos pensando en la muerte, para poder después vivir. Vigilamos sin tristeza, pero más bien como gente que espera al Señor que vuelve del banquete, para volverse a encontrar entre nosotros y anunciar cuanto antes el signo de la victoria sobre la muerte.

San Atanasio (siglo IV)

A Pan y Agua:

Los seis días de la Pascua transcurren para todos a base de comer sólo pan, sal y agua, al atardecer. Los más piadosos prolongan el ayuno hasta dos, tres y cuatro días, y algunos toda la semana, hasta el canto del gallo, al despuntar el domingo, vigilando todos los seis días y celebrando las asambleas en los seis días y en toda la Cuaresma, de la hora nona a la de vísperas. En algunos lugares se hace la vigilia en la noche que sigue a la feria quinta, hasta el despuntar de la Pascua, y en la noche del domingo.

San Epifanio (siglo IV)

«Como entre nosotros» 

El sábado se prepara la vigilia pascual en la iglesia mayor, es decir, en el Martyrium. La vigilia pascual se desarrolla como entre nosotros; además, aquí sólo se da el hecho de que los neófitos, una vez bautizados y puesta la vestidura blanca, son conducidos enseguida, apenas salidos de la fuente, a la Anástasis (lugar de la celebración eucarística), junto con el obispo. El obispo traspasa las puertas de la Anástasis; se recita un himno y el obispo pronuncia una oración para ellos; luego retorna con ellos a la iglesia mayor, donde el pueblo está en vigilia. Aquí se hace lo mismo que entre nosotros y, después de la oblación, tiene lugar la despedida. Después de la despedida, que sigue a la vigilia en la iglesia mayor, inmediatamente, al canto de himnos, se nos conduce a la Anástasis. Aquí se lee de nuevo el pasaje evangélico de la resurrección, se hace una plegaria y el obispo repite la oblación. La vigilia concluye aquel día a la misma hora que entre nosotros.

Del Itinerario de la peregrina Egeria (siglo IV)

«Mis hermanos y señores» 

Estos días, como todos saben, nosostros celebramos la Pascua, y en ellos se canta el Aleluya. Debemos, sin embargo, hermanos, poner mucha atención para comprender con el alma aquello que celebramos visiblemente. Pascua es una palabra hebrea que significa paso; en griego [suena] pásjein, padecer, y en latín pascere, en el sentido con que se dice: Apacentaré a los amigos. ¿Quién es el que celebra la Pascua sino quien pasa de la muerte de los propios pecados a la vida de los justos, como dice el Apóstol: Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos? ¿Quién es el que celebra la Pascua sino quien cree en Aquel que ha padecido en la tierra, para reinar con Él en el cielo? ¿Quién es el que celebra la Pascua sino quien apacienta en los hermanos a Cristo? Él, en efecto, ha dicho de los pobres: Quienquiera que lo haya hecho a uno de los míos más pequeños, me lo ha hecho a mí. Cristo está ascendido en el cielo y es indigente en la tierra; interpela al Padre por nosotros y aquí abajo pide el pan desde nosotros. Por eso, mis hermanos y señores, si queremos celebrar una Pascua saludable, pasemos de los pecados a la justicia, padezcamos por Cristo, apacentemos en los pobres a Cristo.

«En los años anteriores, el Señor, celebrando
la Pascua, comió el cordero pascual inmolado
por los judíos. Pero una vez que hubo predicado
el Evangelio, Él mismo se convirtió
en el Cordero de Dios»
«¿Quién es el que celebra la Pascua
sino quien cree en Aquel que ha padecido
en la tierra, para reinar con Él en el cielo?»

San Agustín (siglo IV)

(Aciprensa.com)

viernes, 3 de abril de 2015

LOS SIETE DOLORES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (VII): Vivamos con María la Semana Santa....

Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro (Juan 19, 38-42)
 
¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.

-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre.


Oración final:

Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre.

Amén.