SANTA TERESITA VS EL ABOGADO DEL DIABLO: La santidad del pequeño camino es llamada a estrado para defenderse.
Desde 1587 y hasta 1983 existió una figura controvertida en
los mecanismos de los procesos de canonización: el promotor de la fe (coloquialmente
llamado “el abogado del diablo”). Este promotor era un clérigo preparado, al
que la Santa Sede encargaba la desagradable pero necesaria tarea de buscar
manchas, rayones negros y defectos lo suficientemente negativos como para poder
detener o incluso tumbar un proceso de canonización; esto, para que en las
audiencias de los tribunales eclesiásticos se diera paso a sanas y adecuadas
discusiones que ayudaran a “pesar” la santidad de un futuro candidato a los
altares, y de esta manera poder ofrecer a la Iglesia santos basados en personas
reales, con luces y sombras, y no en idealismos piadosos, bellos pero falsos.
En el caso de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz
(1873-1897), a quien la Iglesia ya ha ornado con múltiples y diversas glorias y
honores desde su santificación, no hubo excepción. La Santa Sede escogió a
monseñor Alexandre Verde para que, antes de subirla a los altares con la
beatificación en 1923, pudiera presentar algunos argumentos que lograran
detener esa fuerte emoción que por todas partes suscitaba el testimonio de la
joven carmelita francesa, fallecida menos de veinte años atrás. Este trabajo no
sería fácil para monseñor Verde porque, como se dijo —y tal vez a diferencia de
otras causas—, la carmelita ya tenía cientos y miles de devotos alrededor del
mundo, y entre todos se daba un clamor que casi se volvía exigencia ante Roma
por canonizar a la joven monja que abrazaba a un Cristo envuelto en rosas. El
promotor de la fe, entonces, debía convertirse en el villano de pocas entrañas
que iba a servir de obstáculo y zancadilla para lograr coronar con la aureola a
sor Teresa; en fin, un abogado del diablo.
La presentación de las “animadversiones” (objeciones al
proceso) se dio en 1914, poco después de la apertura del proceso de
canonización de sor Teresa del Niño Jesús (10 de junio). Monseñor Verde, que
venía ofreciendo su servicio ante la Santa Sede como promotor de la fe desde
1902, dividió sus críticas en dos facciones: 1) objeciones contra los
testimonios de la heroicidad de las virtudes de la Sierva de Dios, y 2) objeciones contra la forma en que se suscitó la
apertura del proceso.
(Junto a cada una de las objeciones dirigidas por el Promotor a Teresita he decidido poner contestaciones sacadas de la “Historia de un Alma” para que de esta manera no se queden en simples acusaciones si no que se transforme en una conversación entre el Promotor y la santa.)
1)
Objeciones contra los testimonios sobre la heroicidad de las virtudes de
la Sierva de Dios:
· Una santidad que hace auto propaganda: Para Monseñor Verde era imposible no
señalar la manera tan inescrupulosa en que tan pronto como la carmelita
falleció, sus familiares empezaron a hacer esfuerzos considerables para
difundir su vida. La difusión de la autobiografía por sí sola no siempre
lograría la grandísima atracción que causó en todo el mundo si no fuera por el
estilo en que fue escrita. La autora tuvo un especial talento para desarrollar
el transcurso de su vida por escrito de una manera tan deleitable, amena, y
cercana que casi parece “arreglada”, como si quien la escribió hubiera tenido
la intención de que aquello fuera publicado y leído por cientos y miles en pro
de la glorificación personal. Enmarca continuamente las gracias con que se ha
sentido bendecida, las exalta y dibuja como dones particulares que dan validez
a una doctrina espiritual armada en base a esas experiencias.
Teresita responde:
“A ti, Madre querida, a ti que eres doblemente mi madre,
quiero confiar la historia de mi alma... El día que me pediste que lo
hiciera, pensé que eso disiparía mi corazón al ocuparlo de sí mismo;
pero después Jesús me hizo comprender que, obedeciendo con total sencillez,
le agradaría. Además, sólo pretendo una cosa: comenzar a cantar lo que
un día repetiré por toda la eternidad: «¡¡¡Las misericordias del Señor !!!»...
Antes de coger la pluma, me he arrodillado ante la imagen de
María (la que tantas pruebas nos ha dado de las predilecciones maternales de la
Reina del cielo por nuestra familia), y le he pedido que guíe ella mi mano para que no escriba ni una línea que
no sea de su agrado. Luego, abriendo el Evangelio, mis ojos se encontraron con estas
palabras: «Subió Jesús a una montaña y fue llamando a los que él quiso, y se
fueron con él» (San Marcos, cap. II, v. 13). He ahí el misterio de mi
vocación, de mi vida entera, y, sobre todo, el misterio de los privilegios que
Jesús ha querido dispensar a mi alma... El no llama a los que son dignos, sino
a los que él quiere, o, como dice san Pablo: «Tendré misericordia de quien
quiera y me apiadaré de quien me plazca. No es, pues, cosa del que quiere o del
que se afana, sino de Dios que es misericordioso» (Cta. a los Romanos, cap. IX,
v. 15 y 16).” - (Introducción al Manuscrito A de la Historia de un Alma.) –
“Si no vinieran en mi ayuda las propias palabras de Jesús, me sentiría tentada
de pedirle disculpas y de dejar la pluma... Pero no, he de terminar por
obediencia lo que comencé por obediencia…. No crea, Madre, que me pregunto
por la utilidad que pueda tener mi humilde trabajo. Lo hago por obediencia, y
eso me basta. Y si usted lo quemase ante mis ojos antes de leerlo, no lo
sentiría lo más mínimo.” (Ms C, Cap 11)
· ¿Soberbia disfrazada de humildad?: El Promotor ahora señala como un
desvió la excesiva confianza en el camino espiritual que Teresa siguió e
invitaba a seguir. ¿Cómo una monja tan joven, con apenas nueve años de vida
religiosa y que jamás había tocado un aula de teología ni intercambiado ideas
con expertos y sabios en la materia podía asegurar y enseñar cosas sobre el
amor de Dios de las que ni un Pontífice se atrevía a hablar? ¿Era esto un
arrojo místico o soberbia maquillada? Además, sus peticiones y anhelos ante
Dios llegaban a rayar lo escandaloso y ridículo para el pensamiento religioso
de la época: Querer conservar la presencia eucarística de Cristo en su alma
como en un sagrario por el espacio entre cada comunión (Hay que recordar que en
aquella época la comunión diaria no era algo del todo común ni siquiera en los
monasterios de vida contemplativa), pedir que su cuerpo glorificado pudiera
llevar como insignia las llagas de la pasión del Señor, pedir que se le dejase
trabajar desde el cielo por la salvación de las almas hasta el fin del mundo… ¿Quién
era ella para pedir tal cosa? Prometer derramar milagros como rosas desde el
cielo cuando aún ni se tenía seguridad de la propia salvación... ¿Cómo confiar
en el juicio espiritual de una religiosa que no gozó de un continuo y esmerado
acompañamiento espiritual con un sacerdote que la acompañara en medio de sus
ideas y pensamientos? La misma Teresa llega a exponer en su biografía que no
sintió la necesidad de un ministro ordenado como director espiritual porque
tenía a Jesús mismo para guiarla desde adentro… ¿No era esto soberbia
espiritual, pensar que su opinión sola era suficiente para llegar a Dios? El
promotor añade entonces algunos testimonios respecto a su poco acompañamiento
espiritual: (El primero [el Padre Pichon] apenas lo escucha y debe partir
hacia Canadá, desde donde le escribe unas líneas una vez al año. Otro [el Padre
Blinio], asombrado por la audacia de sus aspiraciones a una conducta eminente,
le dice que es un orgullo querer igualar e incluso superar a Santa Teresa. Otro
[el Padre Alexis] finalmente, en 1891, le asegura que no ofende a Dios y que
puede seguir con seguridad su vida de confianza y abandono. Desde ese momento,
quedó en paz» (Summ. p. 238 § 1 [PO p.
164]).
Teresita responde (En cuanto a la acusación de que ella no considera
importante la dirección espiritual): “Viendo de cerca a estas almas inocentes,
comprendí la desgracia que supone el no formarlas bien desde su mismo
despertar, cuando se asemejan a la cera blanda sobre la que se puede dejar
grabada la huella de las virtudes, pero también la huella del mal...
Comprendí lo que dice Jesús en el Evangelio: «Mejor sería ser
arrojado al mar que escandalizar a uno solo de estos pequeños». ¡Cuántas
almas llegarían a la santidad si fuesen bien dirigidas...!
Sé muy bien que Dios no tiene necesidad de nadie para
realizar su obra. Pero así como permite a un hábil jardinero cultivar plantas
delicadas y le da para ello los conocimientos necesarios, reservándose para sí
la misión de fecundarlas, de la misma manera quiere Jesús ser ayudado en su
divino cultivo de las almas.” (Ms A, Cap 5) – “El Padre me dijo también estas
palabras que se me grabaron dulcemente en el corazón: «Hija mía, que Nuestro
Señor sea siempre tu superior y tu maestra de novicias».” (Ms A, Cap 7)
(En cuanto a sus deseos, anhelos y peticiones escandalosas
ante Dios): “Me portaba con él como un niño que piensa que todo le está
permitido y mira como suyos los tesoros de su padre.” (Ms A, Cap 6) - “Hermana
querida, me pedías que te escribiera mi sueño y «mi doctrinita», como tú la
llamas... Lo he hecho en las páginas que siguen; pero tan mal, que me parece
imposible que consigas entender nada. Tal vez mis expresiones te parezcan
exageradas... Perdóname, eso se debe a mi estilo demasiado confuso. Te aseguro
que en mi pobre alma no hay exageración alguna: en ella todo es sereno y
reposado...” - “Y perdóname, Jesús mío,
si digo desatinos al querer expresarte mis deseos, mis esperanzas que rayan el
infinito, ¡¡¡perdóname y cura mi alma dándole lo que espera...!!!” - Jesús, no puedo ir más allá en mi petición,
temería verme aplastada bajo el peso de mis audaces deseos... La excusa que
tengo es que soy una niña, y los niños no piensan en el alcance de sus
palabras. Sin embargo sus padres, cuando ocupan un trono y poseen inmensos
tesoros, no dudan en satisfacer los deseos de esos pequeñuelos a los que aman
tanto como a sí mismos; por complacerles, hacen locuras y hasta se vuelven
débiles... Pues bien, yo soy la HIJA de la Iglesia, y la Iglesia es
Reina, pues es tu Esposa, oh, divino Rey de reyes...” – “Jesús, déjame que
te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega
hasta la locura... ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance
hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza...? “– “¿Pero hay de verdad
puro amor en mi corazón...? Mis inmensos deseos ¿no serán un sueño, una
locura...? ¡Ay!, si así fuera, dame luz tú, Jesús. Tú sabes que busco la
verdad... Si mis deseos son temerarios, hazlos tú desaparecer, pues estos
deseos son para mí el mayor de los martirios...” (Ms B, Cap 9)
·
Una santidad demasiado escondida para ser verificada: Monseñor Verde continua ahora
apuntando al hecho que después de haberse tomado los juramentos y los
testimonios de quienes conocieron y vivieron junto a la Sierva de Dios, la
mayoría concuerda en que la podían describir como una religiosa sencilla y servicial
pero nada fuera de lo extraordinario. Sus hermanas de sangre parecen querer
convencer a los demás en como Teresa era casi un ángel en carne mortal pero
para el resto de la comunidad no hay luz sobrenatural, ni plumas caídas por
donde ella caminaba, ningún gesto sobrecogedor que hiciera reverenciarla,
ningún milagro o hecho sobrenatural que delatara su santidad escondida. Hasta
el día de su muerte fue solo una más de entre varias, nada especial.
Aparentemente las únicas fuentes de la santidad admirable de Teresa son sus
hermanas de sangre y el texto de la propia Sierva de Dios. Incluso cuando se le
preguntó a su antigua priora (la madre María de Gonzaga) sobre la posibilidad
de la canonización para sor Teresa, ella río y respondió “tendrían que
canonizar también al resto de mis hijas”. En su monasterio, algunas hermanas
(que curiosamente ya habían muerto o habían abandonado el monasterio y a las
que no se pudo llamar de nuevo ante el tribunal) llegaron a decir que la veían
como una niña mimada que nunca había sabido lo que era trabajar duro o sufrir y
eso las llevaba a dudar de una santidad en ella que la pudiera llevar a los
altares. Aun así Monseñor Verde reconoce que en sus últimos años la madre María
de Gonzaga había cambiado su parecer ante la santidad de Teresa después de que
llegaran noticias de los milagros que se estaban consiguiendo por su
intercesión.
Teresita responde: “Comprendí en qué consistía la
verdadera gloria. Aquel cuyo reino no es de este mundo me hizo ver que la
verdadera sabiduría consiste en «querer ser ignorada y tenida en nada»,
en «cifrar la propia alegría en el desprecio de sí mismo». Sí, yo quería
que «mi rostro», como el de Jesús, «estuviera verdaderamente escondido, y
que nadie en la tierra me reconociese». Tenía sed de sufrir y de ser
olvidada...” (Ms A, Cap 7)
“Sí, lo se: cuando soy caritativa, es
únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto más unida estoy a él, más amo a
todas mis hermanas. Cuando quiero hacer que crezca en mí ese amor, y sobre todo
cuando el demonio intenta poner ante los ojos de mi alma los defectos de tal o
cual hermana que me cae menos simpática, me apresuro a buscar sus virtudes y
sus buenos deseos, pienso que si la he visto caer una vez, puede haber
conseguido un gran número de victorias que oculta por humildad, y que incluso
lo que a mí me parece una falta puede muy bien ser, debido a la recta
intención, un acto de virtud. Y no me cuesta convencerme de ello, pues yo misma
viví un día una experiencia que me demostró que no debemos juzgar a los demás...
Fue durante la recreación. La portera
tocó dos campanadas, había que abrir la puerta de clausura a unos obreros para
que metieran unos árboles destinados al belén. La recreación no estaba animada,
pues faltaba usted, Madre querida. Así que pensé que me gustaría mucho que me
mandasen como tercera; y justo la madre subpriora me dijo que fuese yo a
prestar ese servicio, o bien la hermana que estaba a mi lado. Inmediatamente
comencé a desatarme el delantal, pero muy despacio para que mi compañera
pudiese quitarse el suyo antes que yo, pues pensaba darle un gusto dejándola
hacer de tercera. La hermana que suplía a la procuradora nos miraba riendo, y,
al ver que yo me había levantado la última, me dijo: Ya sabía yo que no eras tú
quien iba a ganarse una perla para tu corona, ibas demasiado despacio... Toda
la comunidad, a no dudarlo, pensó que yo había actuado siguiendo mi impulso
natural. Pero es increíble el bien que una cosa tan insignificante hizo a mi
alma y lo comprensiva que me volvió ante las debilidades de las demás. Eso
mismo me impide también tener vanidad cuando me juzgan favorablemente, pues
razono así: Si mis pequeños actos de virtud los toman por imperfecciones, lo
mismo pueden engañarse tomando por virtud lo que sólo es imperfección.
Entonces digo con san Pablo: Para mí, lo de menos es que me pida cuentas un
tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. Mi juez es el Señor. Por
eso, para que el juicio del Señor me sea favorable, o, mejor, simplemente para
no ser juzgada, quiero tener siempre pensamientos caritativos, pues Jesús nos
dijo: No juzguéis, y no os juzgarán.” (Ms C, Cap 10)
·
Una enseñanza muy infantil para ser llamada doctrina: Para concluir sus criticas contra
Teresa, el Promotor de la Fe exponía que después de que sus escritos fueran
presentados en otros conventos carmelitanos y diversos seminarios y casas
religiosas, aunque la mayoría quedaban muy entusiasmados con su lectura, para
otro pocos las enseñanzas de sor Teresa se veían como demasiado dulces,
empalagosas e infantiles para venir de una hija de la grande y viril Santa
Teresa de Jesús. Él había recogido algunos testimonios de religiosos y
sacerdotes que al leerla no habían encontrado algo realmente heroico en su
relato biográfico, una religiosa carmelita de otro monasterio francés pareció
encontrar ridícula la actitud de la Sierva de Dios que sentía devoción en ver
su reflejo en los calices sagrados mientras tuvo el oficio de sacristana o sus
formas de venerar la infancia de Jesús vistiendo o decorando una imagen de su
convento. Algunos señalaron que fue una imprudencia de la priora el haber
permitido que una religiosa tan joven y sentimental se diera el trabajo de
relatar con tanto detalle pasajes de su infancia y adolescencia, tan
aparentemente insignificantes para la teología mística que el Carmelo tenía por
tradición, y aun más equivocado el publicar esos relatos tiernos como un gran
testimonio y enviarlo a todos cuantos lo pidieran. No correspondía al rigor y
seriedad de las carmelitas descalzas semejante declaración de ternura y
sensibilidad excesiva.
Teresita responde: (Diferencia entre infancia
espiritual e inmadurez psicológica) “Un mes después de la partida de nuestra
santa Madre, se declaró la gripe en la comunidad. Sólo otras dos hermanas y yo
quedamos en pie. Nunca podré expresar todo lo que vi, y lo que me pareció la
vida y todo lo que es pasajero...
El día en que cumplí 19 años, lo
festejamos con una muerte, a la que pronto siguieron otras dos. En esa época,
yo estaba sola en la sacristía, por estar muy gravemente enferma mi primera de
oficio. Yo tenía que preparar los entierros, abrir las rejas del coro para
la misa, etc. Dios me dio muchas gracias de fortaleza en aquellos momentos.
Ahora me pregunto cómo pude hacer todo lo que hice sin sentir miedo. La muerte
reinaba por doquier. Las más enfermas eran cuidadas por las que apenas se
tenían en pie. En cuanto una hermana exhalaba su último suspiro, había que
dejarla sola.
Una mañana, al levantarme, tuve el
presentimiento de que sor Magdalena se había muerto. El claustro estaba a
oscuras y nadie salía de su celda. Por fin, me decidí [79vº] a entrar en la
celda de la hermana Magdalena, que tenía la puerta abierta. Y la vi, vestida y
acostada en su jergón. No sentí el menor miedo. Al ver que no tenía cirio,
se lo fui a buscar, y también una corona de rosas. La noche en que murió la
madre subpriora, yo estaba sola con la enfermera. Es imposible imaginar el
triste estado de la comunidad en aquellos días. Sólo las que quedaban de pie
pueden hacerse una idea.” (Ms B, Cap 8)
(Pero defiende y exalta su
identificación con los niños – El niño lleva ventaja ante Dios)
“Madre querida, ya ve que yo soy
un alma muy pequeña que no puede ofrecer a Dios más que cosas muy pequeñas.”
(Ms C, Cap 11) . “Comprendí también que el amor de Nuestro Señor se revela lo
mismo en el alma más sencilla que no opone resistencia alguna a su gracia, que
en el alma más sublime. Y es que, siendo propio del amor el abajarse, si todas
las almas se parecieran a las de los santos doctores que han iluminado a la
Iglesia con la luz de su doctrina, parecería que Dios no tendría que abajarse
demasiado al venir a sus corazones. Pero él ha creado al niño, que no sabe
nada y que sólo deja oír débiles gemidos; y ha creado al pobre salvaje, que
sólo tiene para guiarse la ley natural. ¡Y también a sus corazones quiere él
descender! Estas son sus flores de los campos, cuya sencillez le
fascina...” (Ms A, Cap 1) – “Si, a pesar de mi pequeñez quisiera iluminar a
las almas como los profetas y como los doctores.” (Ms B, Cap 9) - “Y
entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo
saber, Dios mío, lo que harías con el que pequeñito que responda a tu llamada,
continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: Como una madre acaricia a
su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os
meceré. Nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma ¡El
ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no
necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que
empequeñecerme más y más.” (Ms C, Cap 10) – “Cuando pienso que le estoy
escribiendo pormenorizadamente tantas cosas que usted conoce tan bien como yo,
no puedo evitar la risa. En fin, Madre querida, no hago más que obedecerla. Y
si ahora no le encuentra el menor interés a leer estas páginas, quizás le
sirvan de distracción en los días de su vejez y la ayuden también a avivar el
fuego del amor, y así no habré perdido el tiempo... Pero me divierto
hablando como un niño.” (Ms C, Cap 11)
2)
Objeciones contra la forma en que se suscitó la apertura del proceso.
· Objeción respecto a las intenciones
muy obvias de los familiares por iniciar el proceso:
Mons. Verde discutía la desmesurada intervención de las hermanas de
sangre de la Sierva de Dios en el proceso, su criterio aparentemente nublado
por motivos personales y la práctica de citar a la candidata en textos
oficiales como si de un personaje de renombre constatado se tratase, además de
la evidencia de un inadecuado apego sentimental expresado sin continencia en
los testimonios y citando directamente la autobiografía de la candidata ([Sor
Francisca-Thérèse / Leonie Martin] admite ingenuamente: «Leer la Historia de un
alma también me sirvió para preparar mi testimonio»). Juntamente se señala
la falta de espontaneidad que acompañó la apertura de la causa, ya que en la
opinión del Promotor de la Fe, había formas de verificar que entre las hermanas
los testimonios fueron preparados (más no arreglados) y finalmente la carencia
de testimonios de religiosas no tan apegadas sentimentalmente a sor Teresa
debido a que ya han muerto o no están en el convento.
· Objeción de poco control previo en
cuanto a las diversas traducciones del texto autobiográfico a diversos idiomas
antes de que se estableciera el proceso de canonización: El Promotor señaló una falta notable
en los antecedentes del proceso de sor Teresa, ya que los traductores que
sirvieron para traducir a otras lenguas los escritos de sor Teresa del niño
Jesús (otro de los motivos de la arrolladora fama de santidad que llegaba a
varios lugares del mundo) fueron designados por el tribunal diocesano de
Bayeux/Lisieux para la causa de canonización,
cuando las normas del derecho (implementadas por el papa Inocencio XI)
estipulaban que los traductores debían ser elegidos por el cardenal ponente
(cabeza de la congregación/dicasterio para los santos designado por el Papa).
Esto puede parecer una falta menor pero en realidad es un tema delicado ya que
debe ser una autoridad en la Iglesia quien de garantía de que las traducciones
que se leen por todo el mundo no solo sean fieles al texto original, sino que
sean acordes a la fe católica que profesó la Sierva de Dios.
· Objeción por las numerosas
indulgencias que obtuvo el texto (Historia de un alma): Se presentó también critica a las
indulgencias dadas a las diversas ediciones y traducciones de los escritos de
sor Teresa por parte de cabezas eclesiásticas (monseñores y obispos de variados
lugares de Europa) y que pudo llevar a una conclusión apresurada a muchos
fieles en cuanto a la heroicidad de las virtudes de la escritora, casi que
respaldada por las iglesias diocesanas, solo a la espera de la canonización del
obispo de Roma. Aunque se entiende que esto no es algo que sea responsabilidad
directa del tribunal del proceso de canonización en Bayeux/Lisieux, sino que
corresponde a la carencia de prudencia de varios ministros.
· Objeción de excesivo sentimentalismo
que se interpreta como voluntad divina en la difusión de los textos
autobiográficos de la Sierva de Dios: Mons. Verde menciona que se atribuye a Dios el hecho de que
el libro (Historia de un Alma) se difundiera tan rápidamente y con tanto
fervor, y no al talento de la escritora por presentarse así misma de forma tan
arreglada y convencedora, lo cual es una percepción personal del Promotor pero
que él juzga debe ser tenida en cuenta.
·
Objeción de exceso de propaganda en torno a la vida e imagen de la
candidata: Finalmente
Mons. Verde reporta la forma casi fanática en que se trataba de extender la
devoción a la religiosa carmelita en variados y diversos lugares, en formas que
no se hace ni siquiera con vidas e imágenes de otros santos ya canonizados. Por
ejemplo, hace manifiesto las críticas al Carmelo de Lisieux por parte de otros
monasterios carmelitas por los esfuerzos exagerados en torno a una de sus
religiosas difuntas ya que aunque la tradición en los monasterios del Carmelo
es que, luego de la muerte de una de sus religiosas se comparta un pequeño
billete con los apuntes más significativos de su vida y sus virtudes en la
comunidad, pero en el caso de sor Teresa se procedió a compartir un libro
escrito por la misma hermana fallecida con los detalles más mínimos de su vida
(!). Junto a esto el Promotor añade una parte de los testimonio recogido de la
Madre Inés de Jesús (Paulina Martin) respecto a labor de difusión de sor Teresa
en su tiempo como priora, y que en su opinión ilustra el esfuerzo desmesurado
que se llevaba adelante desde dentro del monasterio por difundir la devoción a
la Sierva de Dios: «Para dar una visión general de la contabilidad de los
libros, imágenes, recuerdos y correspondencia relacionados con la Sierva de
Dios, diré que desde la publicación de la Historia de un Alma hasta hoy, el
número total de ejemplares impresos de la Vida de Sor Teresita del Niño Jesús
asciende a 62.815 para la vida completa y 80.000 para la vida abreviada. El
número total de ejemplares vendidos es de 45.715 para la edición completa y 56.405
para la edición abreviada. En cuanto a imágenes y recuerdos, nos piden cada vez
más. En 12 meses, es decir, de julio de 1909 a julio de 1910, nos pidieron
183.348 imágenes y 36.612 recuerdos». (A esto el tribunal no dio demasiado
peso ya que incluso para ellos era lógico que el monasterio desde donde se
inició la apertura de la causa fuera el mismo que se encargara de esparcir el
material para promover la devoción a la Sierva de Dios).
Las conclusiones:
Inicialmente, para el Promotor de la fe, la santidad de
Teresa era algo real y reverenciable, pero no hasta el punto de llevarla a los
altares y allí era donde debía trazarse una línea bien gruesa y clara sobre lo
que es una santidad admirable pero escondida como la de miles y la santidad que
la Iglesia debe tomar en sus manos para llevar a los altares y promover a todo
el mundo. Su santidad estaba demasiado escondida en Dios como para hacer de
ella una heroína de la fe ya que nadie que la haya conocido en persona pudo
notar esa santidad que luego el mundo celebraría. La mayoría de las personas
que nunca la reconocieron como santa cambiaron de opinión luego de recibir
gracias o escuchar testimonios de otras personas recibiendo gracias de la joven
religiosa, pero para el Promotor, la presencia de milagros no es una prueba de
la santidad de alguien en sí misma, ya que Dios puede servirse de canales
sencillos para obrar entre los hombres y recompensar su fe, según su voluntad.
La carmelita puede ser un canal por el que Dios actúa pero no certifica que en
su voluntad quiera verla canonizada. Ya que, de nuevo, no hay santidad
verificable en testigos que pueda ser sostenida.
El Promotor firmó su caso con todas sus diversas objeciones
en torno a Teresa y su proceso el 8 de abril de 1914. Si bien trató de hacer un
trabajo inquisitivo bien incisivo en contra de Teresa, tal y como su oficio lo
requería, no se opuso a la continuación del proceso luego de que sus objeciones
y criticas fueran contestadas y superadas por el abogado defensor de la causa.
Posteriormente y ya convertido en secretario de la Sagrada Congregación de
Ritos, Monseñor Verde, en 1921, se adhirió a la opinión del nuevo Papa,
Benedicto XV, según el cual «la difusión universal de la Historia de un Alma»
atestiguaba una santidad indudable. Siguió con verdadero interés las etapas
sucesivas del proceso y firmó los documentos oficiales a favor de la
canonización, lo cual confirmó que aunque en su momento, y por el oficio que la
Iglesia le había encargado, se había presentado como un enemigo de la pequeña
santa, en su interior reconocía la veracidad de la santidad de sor Teresa del
niño Jesús y del inmenso bien que un testimonio y doctrina como la de ella
podía llegar a hacer por todo el mundo.
Autor: Jhonatan Alarcón, 2025.
(Este texto fue elaborado completamente en base a la
información proveída por la pagina web de los archivos del Carmelo de Lisieux,
información que fue luego arreglada y resumida para ser presentada en este
texto - https://archives.carmeldelisieux.fr/naissance-dune-sainte/les-proces-la-sainte-de-therese/lavocat-du-diable/ )
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