Cuadro que reproduce el sueño de Alejandro. |
"Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (S. Mateo 5:44) |
Alejandro fue condenado a 30 años de prisión. Al principio renegaba y no daba muchas muestras de arrepentimiento.
Más
bien lo que sentía era rabia y desilusión por haber cometido semejante
error que tantas penas le costaba. Pero en 1910 tuvo un sueño.
Vio que
se encontraba con María Goretti en un bellísimo jardín, donde ella
estaba cultivando hermosas rosas, y que la niña le decía que él también
podría ir un día al Paraíso. Esto le transformó por completo. Se
confesó. Empezó a comportarse sumamente bien en la cárcel y a ofrecer
sus oficios y sus sufrimientos por sus pecados, y al fin las autoridades
le rebajaron la décima parte de su condena por buena conducta y salió
libre, después de 27 años de cárcel.
En
la noche de Navidad del año 1929, la señora Asunta, mamá de María, que
estaba de sirvienta en una casa cural, sintió que tocaban a la puerta.
Salió a abrir, y era Alejandro.
-Señora, ¿me conoce? y bajó los ojos.
-Sí, Alejandro, lo recuerdo muy bien.
-¿Me perdona? suplicó el pobre hombre, que llevaba en su rostro las huellas de 27 años sufriendo en la cárcel.
-Sí Alejandro. Dios lo ha perdonado. Mi hija también lo perdonó. ¿Cómo no lo voy a perdonar yo?
Aquella
noche la pasó en la casa del párroco. Y a la misa de medianoche, se
acercaron a comulgar juntos, la madre de la santa y el asesino de la
mártir.
En
adelante la señora Goretti nunca permitió que la gente tratara mal a
Serenelli. Cuando las gentes se extrañaban de que lo tratara bien, ella
respondía:
Está
tan arrepentido. Mi hijita María lo perdonó, ¿porqué entonces no lo voy
a perdonar yo? Es cierto que ha cometido un pecado enorme, pero Dios ha
sabido sacar mucho bien de tanto mal.
Alejandro
terminó sus días como hortelano en un convento de los Padres
Capuchinos, arrepentido y haciendo penitencia por sus pecados.
Testamento de Alejandro Serenelli:
"Soy un anciano de casi ochenta años y estoy listo para partir.
Echando una ojeada a mi pasado, reconozco que en mi primera juventud
escogí el mal camino, el camino del mal que me llevó a la ruina. Veía a
través de la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos que la mayoría de los jóvenes siguen ese mal camino, sin reflexionar. Y yo hice lo mismo sin preocuparme por nada.
Tenía cerca de mí a personas que creían y vivían su fe, pero no me
fijaba enesto, cegado por una fuerza salvaje que me arrastraba hacia el
mal camino. Cuando tenía veinte años, cometí un crimen pasional, del
cual hoy me horrorizo con sólo recordarlo. María Goretti, ahora una
santa, fue el ángel bueno que la Providencia puso ante mis pasos.Todavía
tengo impresas en mi corazón sus palabras de reproche y de perdón. Ella
rezó por mí, intercedió por mí, su asesino.
Luego vinieron 30 años de cárcel. Si no hubiese sido menor de edad, habría sido condenado a cadena perpetua. Acepté la sentencia que merecía, expié con resignación mi culpa. María [Goretti] fue realmente mi luz y mi protectora; con su ayuda, me porté bien y traté de vivir honestamente cuando fui aceptado nuevamente entre los miembros de la sociedad. Los hijos de San Francisco, los capuchinos de le Marche, me recibieron en su monasterio con su angélica caridad, no como a un sirviente sino como a un hermano. Con ellos convivo desde 1936.
Ahora estoy esperando serenamente ser admitido a la visión de Dios, abrazar de nuevo a mis seres queridos, estar junto a mi ángel protector y a su querida madre, Assunta. Desearía que quienes lean estas líneas aprendan la estupenda enseñanza de evitar el mal y de seguir siempre el buen camino, desde la niñez. Piensen que la Religión, con sus mandatos, no es algo que pueda dejarse de lado, sino el verdadero consuelo, la única vía segura en todas las circunstancias, también en las más dolorosas de la vida. ¡Paz y bien!"
Alessandro Serenelli, 5 de mayo de 1961.
Luego vinieron 30 años de cárcel. Si no hubiese sido menor de edad, habría sido condenado a cadena perpetua. Acepté la sentencia que merecía, expié con resignación mi culpa. María [Goretti] fue realmente mi luz y mi protectora; con su ayuda, me porté bien y traté de vivir honestamente cuando fui aceptado nuevamente entre los miembros de la sociedad. Los hijos de San Francisco, los capuchinos de le Marche, me recibieron en su monasterio con su angélica caridad, no como a un sirviente sino como a un hermano. Con ellos convivo desde 1936.
Ahora estoy esperando serenamente ser admitido a la visión de Dios, abrazar de nuevo a mis seres queridos, estar junto a mi ángel protector y a su querida madre, Assunta. Desearía que quienes lean estas líneas aprendan la estupenda enseñanza de evitar el mal y de seguir siempre el buen camino, desde la niñez. Piensen que la Religión, con sus mandatos, no es algo que pueda dejarse de lado, sino el verdadero consuelo, la única vía segura en todas las circunstancias, también en las más dolorosas de la vida. ¡Paz y bien!"
Alessandro Serenelli, 5 de mayo de 1961.
Estatua yacente de Santa María Goretti junto al relicario que guarda el hueso del brazo con que ella defendio su pureza de Alejandro. Santuario de Corinaldo, Ancona (Italia) |
Un enorme ejemplo de conversión de su asesino, gracias a la Santidad de Goretti!
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