Grande fue la ruina que el pecado de Adán trajo a los
seres humanos, pues al perder la gracia o amistad con
Dios se perdieron también muchísimos bienes que con la
gracia iban a venir, y en cambio llegaron muchos males.
Pero quiso Dios
hacer una excepción y librar de la mancha del pecado original
a la Santísima Virgen a la que Él había destinado para
ser madre del segundo Adán, Jesucristo, el cual venía
a reparar los daños que causó el primer Adán.
Veamos cómo
convenía que Dios librara de la mancha del pecado original
a la Virgen María. El Padre como a su Hija preferida.
El Hijo como a su Madre Santísima, y el Espíritu Santo
como a la que había de ser Sagrario de la divinidad.
PUNTO I:
Convenía al Padre Celestial preservar de toda mancha
a María Santísima, porque Ella es su hija preferida.
Ella puede repetir
lo que la Sagrada Escritura dice de la Sabiduría: "yo
he salido de la boca del Altísimo" (Ecl. 24, 3).
Ella fue la predestinada por los divinos decretos para
ser la madre del Redentor del mundo. No convenía de ninguna
manera que la Hija preferida del Padre Celestial fuera
ni siquiera por muy poco tiempo esclava de Satanás. San
Dionisio de Alejandría dice que nosotros mientras tuvimos
la mancha del pecado original éramos hijos de la muerte,
pero que la Virgen María desde su primer instante fue
hija de la vida.
San Juan Damasceno
afirma que la Virgen colaboró siendo mediadora de paz
entre Dios y nosotros y que en esto se asemeja al Arca
de Noé: en que los que en ella se refugian se salvan de
la catástrofe; aunque con una diferencia: que el Arca
de Noé solo libró de perecer a ocho personas, mientras
que la Madre de Dios libra a todos los que en Ella busquen
refugio, aunque sean miles de millones.
San Atanasio
llama a María: "nueva Eva, y Madre de la vida",
en contraposición a la antigua Eva que nos trajo la muerte.
San Teófilo le dice: "Salve, tú que has alejado la
tristeza que Eva nos había dejado". San Basilio la
llama "pacificadora entre Dios y los seres humanos"
y San Efrén la felicita como: "pacificadora del mundo".
Pero el pacificador
no debe ser enemigo del ofendido ni estar complicado en
el delito u ofensa que se le ha hecho. San Gregorio dice
que si para aplacar a un ofendido llamamos a uno que es
su enemigo, en vez de aplacarlo lo irritamos más. Siendo
que María iba a colaborar con Cristo a conseguir la paz
entre Dios y nosotros, no convenía que ella fuera una
pecadora o enemiga de Dios sino todo lo contrario: una
mujer con el alma totalmente libre de toda mancha de pecado.
Convenía que
María no tuviera la mancha del pecado original porque
ella estaba destinada a llevar entre sus brazos al que
iba a pisar la cabeza del enemigo infernal, según la promesa
que Dios hizo en el Paraíso terrenal, cuando le dijo a
la serpiente: "Pondré enemistad entre ti y la mujer,
entre su descendencia y la tuya, y la descendencia de
Ella te pisará la cabeza" (Génesis 3). Si María iba
a ser la mujer fuerte que traería al que iba a aplastar
la cabeza de Lucifer, convenía que Ella no estuviera ni
siquiera por poco tiempo manchada con el pecado con el
cual Lucifer manchó el alma de nuestros primeros padres.
La que nos iba a ayudar a librarnos de toda mancha de
pecado convenía que no tuviera ninguna mancha de pecado.
San Buenaventura
dice: "Convenía que María que venía a librarnos de
la vergüenza de estar manchados con el pecado, lograra
verse libre de las derrotas que el demonio proporciona".
Pero la razón
principal por la cual convenía que el Padre Celestial
librara a María de todo pecado es porque la tenía destinada
a ser Madre de su Santísimo Hijo. San Bernardino decía
que si no hubiera otros motivos bastaría este: que por
el honor de su Hijo que es Dios, al Padre Celestial le
convenía librar a María de toda mancha de pecado.
Santo Tomás
enseña que lo que se consagra totalmente a Dios debe ser
santo y libre de toda mancha. ¿Y qué creatura humana ha
sido consagrada más perfectamente a Dios que la Virgen
María? El rey David decía que un templo no se destina
para los seres humanos solamente, sino sobretodo para
Dios (1 Crónicas 29) y así también el Creador que formó
a la Santísima Virgen con un fin principal: ser Madre
de su Santísimo, seguramente adornó su alma con los más
bellos adornos, y entre todos, el mejor: el estar libre
de toda mancha de pecado, para que fuera digna morada
donde iba a vivir nueve meses el Salvador del mundo.
San Dionisio
afirma: "Dios preparó a su Hijo la más santa y bella
morada en ese mundo: el alma de su Madre Santísima, libre
de toda mancha".
Y algo parecido
dice la liturgia de la Iglesia cuando reza esta oración:
"Oh Dios Omnipotente que por medio de el Espíritu
Santo has preparado el cuerpo y el alma de María como
digna morada de tu Hijo, concédenos a los que la invocamos,
vernos libres de todo mal. Amén".
Gloria de los
hijos es proceder de padres de intachable conducta. El
libro de los Proverbios dice: "La gloria de los hijos
son sus padres" (Prov. 17, 6). La gente llega a aceptar
que los demás digan que sus padres eran pobres o ignorantes,
pero lo que no desean de ninguna manera es que puedan
afirmar que sus padres no eran gente buena. ¿Y cómo nos
pudiéramos nosotros imaginar que Dios pudiendo hacer que
su Hijo naciera de una mujer libre de toda mancha de pecado,
hubiera permitido que Ella hubiera estado manchada por
el pecado, y que Lucifer pudiera afirmar que aunque fuera
por poco tiempo, había logrado esclavizar con el pecado
a la Madre de Dios? No, esto nunca lo iba a permitir el
buen Dios.
Por eso la Iglesia
griega en uno de sus himnos dice: "Por especial Providencia
hizo Dios que la Santísima Virgen desde el principio de
su vida fuera tan totalmente pura cuanto convenía a su
dignidad de Madre de Dios".
Los santos dicen
que a ninguna otra creatura le concede Dios alguna virtud
o cualidad espiritual que no le haya dado antes a la Madre
de su Hijo. San Bernardo afirma: "Las cualidades
o virtudes que a otros santos da Dios, no se las negó
a la Madre del Redentor". Santo Tomás de Villanueva
dice: "Esas cualidades y virtudes y privilegios que
Dios les ha concedido a otros santos, ya antes los había
regalado a la Santísima Virgen, y aún mucho mayores".
Y San Juan Damasceno se atreve a exclamar: "Entre
las virtudes de la Santísima Virgen y las de los santos
hay tanta diferencia como del cielo a la tierra",
y Santo Tomás explica que Ella es la Madre y los demás
santos son simplemente "siervos", y que se le
acostumbra conceder más privilegios a la Madre que a los
siervos.
San Anselmo
se pregunta: ¿Pudo Dios preservar a ciertos ángeles de
toda mancha de pecado, y no podía preservar a su propia
Madre? ¿Pudo Dios crear a Eva sin mancha de pecado y no
iba a poder crear el alma de María sin esa mancha? Y si
pudo hacerlo y le convenía hacerlo, ¿por qué no iba a
hacerlo?
Y continúa el
gran doctor San Anselmo: "Era verdaderamente justo
que a la Virgen a la cual tenía Dios reservada para ser
Madre de su Hijo, la adornara con tan gran pureza que
no sólo aventajara a los seres humanos y a los ángeles
sino que también se pudiera decir de Ella que en pureza
sólo le gana Dios".
San Juan Damasceno
exclama: "Dios vigilaba cerca de la Santísima Virgen,
para que fuera totalmente pura, porque Ella iba a albergar
por nueve meses al Salvador del mundo y lo iba a acompañar
en todos sus 33 años sobre la tierra. La que iba a estar
junto al más puro de todos los habitantes de la tierra,
debía ser también totalmente Inmaculada y libre de toda
mancha de pecado".
De María se
pueden repetir las palabras del Cantar de los Cantares:
"Eres como un lirio entre espinas" (C. 2, 2).
Todos fuimos manchados y somos como espinas, y Ella como
un lirio blanquísimo, permaneció Inmaculada, sin mancha
de pecado.
Convenía al Hijo de Dios preservar a su Santísima
Madre de toda mancha de pecado.
No se concede
a los hijos poder escoger a su propia madre ni elegir
qué tan santa debe ser. Pero si ello se nos permitiera,
nosotros no iríamos a escoger por madre a quien no fuera
bien santa y bien amiga de Dios. ¿Y Jesús que fue el Único
Hijo que pudo escoger a su propia Madre y crearla según
su parecer, no iba a hacer que la que le diera su naturaleza
humana y lo acompañara cariñosamente durante toda su vida
mortal fuera una mujer extraordinariamente pura y totalmente
libre de toda mancha de pecado?
Cuando el Creador
determinó que su Hijo naciera de una mujer, escogió a
la que más convenía a su Altísima dignidad, dice San Bernardo.
Y siendo conveniente que la Madre de un Redentor Purísimo
fuera Ella también totalmente pura, así la hizo Nuestro
Señor.
La Carta a los
Hebreos dice: "Tal convenía que fuera nuestro Pontífice:
santo, inocente, sin mancha de pecado, apartado de los
pecadores" (Hebr. 7, 26). ¿Y la Madre de este Pontífice
Supremo no convenía que fuera también Santa, inocente,
sin mancha? ¿Y cómo se hubiera podido afirmar que Jesucristo
estaba "apartado delos pecadores" si hubiera
tenido una Madre pecadora?
San Ambrosio
enseña: "Jesucristo eligió a María por Madre, no
en la tierra, sino ya desde el cielo, y para morar en
Ella y nacer de Ella y vivir acompañado por Ella, la llenó
totalmente de santidad y de pureza". Y este santo
se atreve a llamar a María 'Mansión Celestial', no porque
Ella no fuera humana, sino porque el Señor la adornó con
cualidades celestiales para ser mansión donde viviera
el Hijo de Dios.
Santa Brígida
dice que en una revelación oyó que María superaba a los
ángeles en santidad por estar destinada a traer al mundo
al Redentor.
Y la misma santa
añade: "María fue concebida sin mancha del pecado
original, para que de Ella naciera el Hijo de Dios, también
sin mancha alguna. Jesús no quiso permitir que la Madre
de la cual iba a nacer, tuviera ni siquiera por breve
tiempo, la mancha del pecado en su alma.
Los santos dicen
que Dios libró a la Virgen María de padecer la podredumbre
de un sepulcro, porque hubiera sido una deshonra para
Jesucristo que su Madre se pudriera en una tumba. Pues
si hubiera sido deshonroso para Jesucristo que su Madre
sufriera la podredumbre de un sepulcro, mucho más deshonroso
hubiera sido para Él que María hubiera tenido en su alma,
aunque fuera por poco tiempo, la podredumbre del pecado.
Hubiera sido verdaderamente deshonroso para Cristo encarnarse
en una madre manchada por el pecado, y esclava de los
enemigos del alma.
María no sólo
fue Madre, sino digna Madre del Redentor, como la han
llamado infinidad de santos. San Bernardo le dice: "Sólo
tú has sido digna de que el Rey Celestial te eligiera
para Madre suya". Santo Tomás de Villanueva afirma:
"Si la escogió Dios para madre de su Hijo, es porque
estaba bien preparada para este oficio sublime".
La misma Iglesia Católica en una de sus oraciones dice:
"La Santísima Virgen, cuyas entrañas merecieron llevar
al Salvador del mundo". Y Santo Tomás de Aquino lo
explica así: "Decimos que Ella mereció llevar en
sus entrañas al Salvador del mundo, no porque Ella mereciera
por sí misma la Encarnación, sino porque recibió de Dios
todo el grado de pureza y de santidad, que eran convenientes
para ser Madre del Salvador". Y San Pedro Damián
añade: "María recibió de Dios tal grado de santidad
que mereció el singular privilegio de ser la única digna
de ser elegida como Madre del Redentor".
Santo Tomás
enseña que cuando Dios elige a una persona para un oficio
especial le concede las gracias y cualidades que necesita
para este oficio. Y deduce de esto que si escogió a María
para Madre del Redentor, seguramente le concedió a Ella
todas las gracias y cualidades que este sublime oficio
exigía. Y es que el ángel le dijo: "No temas María,
que has hallado gracia delante de Dios" (S. Lucas
1, 30). Si María hubiera tenido mancha de pecado, no hubiera
hallado esa gracia y simpatía delante de Dios. Para Jesús
habría sido un verdadero desdoro haber tenido por madre
a una mujer manchada de pecado.
San Agustín
cuando habla de la Santísima Virgen dice: "aquí ni
siquiera me atrevo a nombrar el pecado, porque Ella por
la excelsa condición de estar destinada a ser Madre de
Cristo, tenía que estar libre de todo pecado. María que
concibió y dio a luz al que no tuvo la más mínima mancha
de pecado, debía estar ella también libre de esa mancha,
y recibió gracias especialísimas para vencer en todo el
pecado" (De Nat y grat. L.C. 36 Nº 42).
De todo esto
teneos que concluir que el Hijo de Dios se escogió por
Madre a una mujer tan pura que nunca tuviera que avergonzarse
de estar manchada con pecado alguno.
San Proclo exclama:
"Para Jesús nunca fue deshonroso que lo llamaran
el hijo de María. Pero sí le habría sido deshonroso que
los demonios le hubieran podido decir: 'Tu madre fue pecadora
en otro tiempo y esclava nuestra'".
Dios que es
la Sabiduría misma supo fabricarse muy sabiamente en la
tierra a la que había de ser morada de su Hijo. Y si el
profeta anunció: "La sabiduría no morará con gusto
en cuerpo manchado por el pecado" (Sap. 1, 4) ¿cómo
podríamos imaginar que el Hijo de Dios, Sabiduría Infinita,
hubiera escogido habitar en su encarnación, a una mujer
que no estuviera absolutamente libre de toda mancha de
pecado?
Un autor sagrado
decía: Dios no encontró otro palacio más bello ni más
puro que la Virgen María, para que su Hijo Santísimo viniera
a habitar y nacer.
San Cirilo afirma:
¿Qué tal que uno construyera una hermosa morada para sí
mismo y después se la diera a un enemigo suyo para que
la habitara? ¿Y qué diríamos de Dios, que habiendo formado
a la Virgen Santísima para orada y nacimiento de su Hijo,
le dejara luego esa santa morada al pecado para que la
habitase?
Ningún hijo
amó ni amará jamás a su propia madre con un amor tan grande
como el de Jesús a María. ¿Y podríamos decir que la amaba
verdaderamente si la dejaba esclava del pecado? ¿Si la
honra como ningún otro hijo ha honrado a la propia madre,
podría permitir que quedara deshonrada con la mancha del
pecado? Pregunta Gerson.
San Agustín
dice que hay dos modos de redimir: uno, levantando a quien
ya cayó en pecado, y otro, evitando que la persona caiga
en pecado. Pues a María la redimió de este modo, superior
al otro: la libró de toda mancha de pecado, y de caer
en pecado.
San Buenaventura
en un sermón decía que el Espíritu Santo en vez de tener
que liberar después a María Santísima del pecado original,
la preservó de este pecado desde el momento mismo de su
Inmaculada Concepción.
Y el Cardenal
Cussano dice algo muy parecido: "A María, la gracia
de Dios la preservó de toda mancha de pecado, mientras
que a las demás creaturas lo que hace la gracia es liberarlas
de las manchas del pecado que ya tienen. A Ella el Redentor
la preservó de mancharse el alma con el pecado, mientras
que a los demás el Redentor los libera de esa mancha de
pecado cuando ya la han contraído".
Hugo de San
Víctor exclama: "El fruto declara qué tal es el árbol
que lo produjo. Si el fruto del vientre de la Virgen María
fue Jesús, el totalmente puro, el Inmaculado y Santísimo,
así la Madre que lo engendró debió ser totalmente pura,
inmaculada y santísima. Sólo María fue digna de ser Madre
de tal Hijo, y sólo Jesús fue digno de ser hijo de tal
Madre".
San Ildefonso
le dice: "porque eres perfecta y totalmente pura,
por eso fuiste elegida para ser Madre del Creador".
Convenía al Espíritu Santo que María fuera totalmente
libre de toda mancha de pecado.
Santo Tomás
llama a María: "Sagrario del Espíritu Santo".
Varios santos la llaman "Templo del Espíritu Santo".
Pues bien, el Espíritu Santo estaría más contento y más
satisfecho si el Sagrario o el templo donde iba a habitar
era totalmente libre de toda mancha de pecado. Por eso
Dios libró a María de toda mancha pecaminosa.
En el Cantar
de los Cantares se dice algo que le corresponde muy bien
a María Santísima: "Eres totalmente hermosa y en
ti no hay mancha alguna ni defecto" (Cant. 4, 7)
y también: Tu eres como un huerto cerrado a donde no han
llegado los enemigos a hacer mal, y eres como una fuente
sellada que nadie ha podido contaminar (Cant. 4, 12).
San Bernardo dice que el Espíritu Santo que es el autor
principal de la Sagrada Biblia, afirmó esto de la Santísima
Virgen. Y en el Libro Sagrado sigue diciendo: "Las
jóvenes son muchas, pero una sola es mi paloma, la perfectamente
pura" (Cant. 6, 7).
Por eso el Ángel
le dijo al saludarla "Salve, llena de gracia".
San Sofronio dice que a las demás creaturas les concede
Dios mucha gracia y bendición, pero que a María la llenó
totalmente de su gracia. Y si estaba llena de gracia de
Dios no podía tener mancha de pecado en su alma.
San Pedro Damián
afirma: "La que Dios eligió para ser Madre de su
Hijo debía tener su alma totalmente llena del Espíritu
Santo". Y por lo tanto sin sitio para la mancha del
pecado.
Los Santos afirman:
"María estuvo siempre llena de luz espiritual en
el alma, y nunca tuvo tinieblas de pecado en su espíritu".
- "Dios que creó pura a la Madre carnal de los seres
humanos, también podía crear totalmente pura a María,
la Madre espiritual de todos los creyentes" - .
San Bernardino
afirma: "No es aceptable que Jesús quisiera nacer
de una madre manchada por el pecado, pudiendo nacer de
una madre totalmente pura y santa".
Si el ángel
le dice: "Has hallado gracia delante de Dios"
puede significar que en su alma no había ninguna mancha
de pecado que la hiciera antipática ante Nuestro Señor.
Ya en el año
1661 solamente entre los Padre Dominicos (que eran los
más reacios) se habían contabilizado 136 escritores de
esa Orden religiosa que proclamaban que María no tuvo
ni la más mínima mancha de pecado en su alma. Y las Universidades
más famosas de entonces: la de La Sorbona en París, las
de Colonia y Nápoles en Italia, las de Salamanca y Alcalá
en España y la de Maguncia en Alemania, declararon solemnemente
estar totalmente de acuerdo con la idea de que María Santísima
fue preservada de toda mancha de pecado. Si tan altos
intelectuales lo han proclamado, ¿por qué no proclamar
esto mismo todos los fieles sencillos de la Iglesia Católica?
La Iglesia Católica
ha celebrado desde muy antiguo la fiesta de la Inmaculada
Concepción, en recuerdo de que María fue concebida sin
pecado original, y esta fiesta la han aprobado los Sumos
Pontífices y los obispos de todo el mundo.
La Iglesia celebra
también el 8 de septiembre la fiesta del nacimiento de
la Virgen María. Santo Tomás enseña que la Iglesia católica
no acostumbra celebrar el nacimiento de sus santos, pero
que a María sí le celebra el nacimiento porque Ella fue
totalmente santa ya desde antes de nacer (Summa. T. 3,
q. 27 a 1).
ORACIÓN:
Inmaculada Madre Mía, me alegro contigo al verte enriquecida
con tanta pureza por parte de Dios y quiero dar gracias
al Creador por haberte preservado de toda mancha de pecado,
como lo creo firmemente. Y estoy siempre dispuesto a defender
la gran verdad de que has sido concebida sin mancha de
pecado original.
San Alfonso María de Ligorio adorando el Santísimo Sacramento. |
Quisiera que
todo el mundo te admirara y te alabara, como la Aurora
que anuncia la llegada del Sol, que es Jesucristo; como
el Arca de la Nueva Alianza, que se salvó del naufragio
de la mancha del pecado original, como la Paloma sin mancha
y blanquísima, como el Huerto cerrado al cual no han logrado
llegar los enemigos del alma, como la Fuente Sellada que
no ha sido contaminada, como el blanco lirio que floreció
entre las espinas, pues en medio de tantas gentes manchadas
con el pecado, tu naciste y te conservaste siempre blanca,
pura y completamente amiga del Divino Creador.
Permíteme que
te alabe con las palabras pronunciadas por el mismo Dios:
"Toda hermosa eres tú, y en ti no hay mancha alguna".
Oh amabilísima e Inmaculada María: tu que eres tan bella
ante los ojos de Dios, no dejes de mirar con compasión
a las asquerosas llagas de mi pobre alma. Mírame con compasión
y ayúdame a curarme de las llagas de mis pecados. Tú que
eres un imán que atrae los corazones, atráeme también
a mí hacia tu corazón maternal. Tú que desde el primer
momento de la vida apareciste tan completamente pura y
tan agradable a Dios, ruega por mi que no sólo nací con
la mancha del pecado original sino que durante toda mi
vida he venido manchando mi alma con tantas culpas y pecados.
Dios que te eligió como Hija predilecta del Padre, y Madre
Santísima del Hijo y Sagrario del Espíritu Santo, y por
eso te libró de toda mancha de pecado y te demostró más
amor que a toda otra creatura, ¿qué favor o gracia que
pidas para nosotros te podrá negar? Virgen Inmaculada:
¡tienes que ayudarme a salvarme! Por eso te digo con San
Felipe Neri: haz que yo siempre me acuerde de Ti, y Tú
nunca te olvides de mi. Me parece que faltaran mil años
todavía para poder contemplar tu hermoso rostro maternal
en el cielo, para empezar a amarte y alabarte en el Paraíso
como a la más buena de las madres, mi madrecita, mi Reina,
mi gran benefactora, la más bella, la más amable, la más
pura, la siempre Inmaculada Virgen María. Amén.
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