MIERCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA: (23 DE ABRIL)
- Primera Lectura: Hechos 3,1-10
"Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar"
En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de
media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento.
Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada
"Hermosa", para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en
el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su
lado, se le quedó mirando y le dijo: "Míranos." Clavó los ojos en ellos,
esperando que le darían algo. Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, te
doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar."
Agarrándolo
de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los
pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró
con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La
gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el
mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron
estupefactos ante lo sucedido.
- Salmo Responsorial: 104
"Que se alegren los que buscan al Señor."
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, / dad a conocer sus
hazañas a los pueblos. / Cantadle al son de instrumentos, / hablad de
sus maravillas. R.
Gloriaos de su nombre santo, / que se alegren
los que buscan al Señor. / Recurrid al Señor y a su poder, / buscad
continuamente su rostro. R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; / hijos de Jacob, su elegido! / El Señor es nuestro Dios, / él gobierna toda la tierra. R.
Se
acuerda de su alianza eternamente, / de la palabra dada, por mil
generaciones; / de la alianza sellada con Abrahán, / del juramento hecho
a Isaac. R.
- Evangelio: Lucas 24,13-35
"Lo reconocieron al partir el pan"
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero
de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de
Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar
con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les
dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?"
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás,
le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo
que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos le
contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en
obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron
los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y
lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador
de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que
algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy
de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron
diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho
que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y
lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces
Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron
los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para
entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los
profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya
cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero
ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y
el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa
con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A
ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos
comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus
compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y
se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por
el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
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