LUNES DE LA OCTAVA DE PASCUA: (21 DE ABRIL)
Lecturas de la liturgia: (Ciclo A)
- Primera Lectura: Hechos 2,14.22-23
"Dios resucitó a este Jesús, y todos nosotros somos testigos"
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención
y les dirigió la palabra: "Judíos y vecinos todos de Jerusalén,
escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme,
israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante
vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que
conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo
entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz.
Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era
posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice,
refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha
no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi
carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni
dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de
la vida, me saciarás de gozo en tu presencia."
Hermanos,
permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo
enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era
profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su
trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la
muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la
resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo
cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de
Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo
ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo."
- Salmo Responsorial: 15
"Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti."
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; / yo digo al Señor:
"Tú eres mi bien." / El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi
suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, /
hasta de noche me instruye internamente. / Tengo siempre presente al
Señor, / con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra
el corazón, / se gozan mis entrañas, / y mi carne descansa serena. /
Porque no me entregarás a la muerte, / ni dejarás a tu fiel conocer la
corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, / de alegría perpetua a tu derecha. R.
- Evangelio: Mateo 28,8-15
"Comunicad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán"
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del
sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a
los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
"Alegraos." Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los
pies. Jesús les dijo: "No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos
que vayan a Galilea; allí me verán."
Mientras las mujeres iban de
camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los
sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos,
llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma,
encargándoles: "Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el
cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del
gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros." Ellos
tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta
historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
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