Misa de Medianoche:
Lecturas de la liturgia: (Ciclo A)
“Un hijo se nos ha dado”
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban tierra de sombras, una luz les brilló. Hiciste grande la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al cosechar, como se alegran al repartirse el botín.
Porque como hiciste el día de Madián, has roto el yugo que pesaba sobre ellos, la vara que castigaba sus espaldas, el látigo del opresor que los hería. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: sobre sus hombros descansa el poder y su nombre es: «Consejero Admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz». Acrecentará su soberanía, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre.
El amor ardiente del Señor lo realizará.
“Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”
Canten al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
griten, vitoreen, toquen.
Toquen la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamen al Rey y Señor.
“Ha aparecido la gracia de Dios a todos los hombres”
La gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres se ha manifestado enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo.
Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, dedicado a las buenas obras.
“Hoy les ha nacido un Salvador”
En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.
Éste fue el primer censo que se hizo siendo Quirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, por ser de la descendencia y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
— «No teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».
De pronto, en torno al ángel, apareció una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
— «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».
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